¿Había alguna necesidad de rodar nuevamente la historia de “Ben-Hur? Es más, ¿había alguna razón para revisar un clásico como éste? Ambas respuestas son tan rotundas como negativas. Yo no soy especialmente devoto del título original, filmado por William Wyler en 1959 pero, más allá de sus merecidos once Oscar, reconozco que se trata de un destacadísimo largometraje que se ha convertido en referente innegable de la historia del Séptimo Arte.
Del mismo modo que se pudo prever el fracaso absoluto del realizador Gus Van Sant en su afán por revisar una obra maestra como “Psicosis”, también ha sido muy sencillo de pronosticar el descalabro de Timur Bekmambetov al hacerse cargo de un proyecto que de ninguna manera podría aportar nada, ni más ni mejor, al icónico film protagonizado por Charlton Heston. Este cineasta ruso, que ya me había decepcionado con "Wanted" y con “Abraham Lincoln: cazador de vampiros” (otro atrevimiento fallido e irreverente), desde ahora va a ser borrado directamente de mi lista y condenado a muchos años sin ver ninguno de sus largometrajes.
En una apreciación al parecer poco meditada por su parte, el realizador pensó que los actuales avances técnicos facilitarían la factura de un producto más elaborado y perfeccionado. Grave error. Esa capacidad supuestamente incrementada gracias a un abultado presupuesto y a unos evolucionados efectos especiales se desperdicia ante la falta de habilidad para contar la historia y para dirigir a los actores que conforman el reparto. Más que ante la nueva versión de un clásico, se nos sitúa ante un intento de combinar la esencia de “Fast & Furious” con un trasfondo de epopeya romana, dando lugar a un híbrido imposible de digerir. Por ello, el producto resultante carece de alma y está abocado al fracaso. Incluso aunque su metraje se haya reducido a menos de la mitad que su célebre predecesora, la proyección se torna monótona y pesada. Ni siquiera la escena más emblemática -la popular carrera de cuadrigas- sale airosa en comparación con la antigua, ni tampoco aprovecha la opción que le otorgan los modernos efectos especiales para su lucimiento. El peso específico de su antecesora, aun carente de avances técnicos, le impide a esta salir impune del desafío. En ese sentido, prefiero la decisión de George Lucas de introducir una secuencia en el Episodio I de “La Guerra de las Galaxias”, como guiño a lo que ya había filmado cuarenta años antes.
Basada en la novela homónima de Lewis Wallace, la cinta cuenta cómo Judah Ben-Hur es falsamente acusado de traición por su hermano adoptivo, tribuno del ejército romano. Despojado de su condición y separado de su familia y de la mujer a la que ama, se ve obligado a vivir como un esclavo. Después de un largo tiempo, regresa a su tierra en busca de venganza. Pero en ese retorno, además de padecer numerosas vicisitudes, encontrará la redención.
Para quienes han visto el título dirigido de modo sobresaliente por William Wyler, la oferta de Bekmambetov les provocará incredulidad y estupor. Los demás tal vez alcancen cierto nivel de entretenimiento en algunos tramos, ya que el argumento es lo suficientemente sólido como para atrapar puntualmente al espectador. Sin embargo, a la larga, sus carencias son tan evidentes que no pueden disfrazar el despropósito. El desastre se ha trasladado también a la taquilla, ya que el fin de semana de su estreno terminó en sexta posición, con apenas once millones de dólares recaudados (una cifra muy alejada del centenar de millones invertido). Espero que el varapalo en los bolsillos de los productores les haga reflexionar de cara a perpetrar futuros sacrilegios sobre muestras sagradas de la cinematografía internacional.
En cuanto al apartado interpretativo, los protagonistas son desconocidos para el gran público: Jack Huston (“La gran estafa americana”, “Eclipse” de la saga “Crepúsculo”), Toby Kebbell (“War Horse”, “El consejero”) y Rodrigo Santoro (“Focus”, “300”). En papeles más secundarios encontramos al gran Morgan Freeman.
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@gerardo_perez_s