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Voto de Archilupo:
10
Intriga. Cine negro Una noche de tormenta, Hugo e Ivón llegan a un hotel de Gijón acompañados del hijo del primero. Salen a ver el mar embravecido y poco después Ivón regresa pidiendo socorro porque el muchacho ha sido arrastrado por el mar. Como el cadáver no aparece, un comisario se hace cargo del caso. (FILMAFFINITY)
9 de febrero de 2013
45 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Tiempo y “Los peces rojos” son aliados. La película no tiene prisa. No pretende atrapar claves de época ni exprimir factores ambientales efímeros. Respira al margen de cualquier actualidad y el Tiempo, al transcurrir, la rejuvenece, incrementa su vitalidad intacta, su vigencia. Porque no es celuloide envejecido (le pasa a muchas) sino artilugio vivo, y bien vivo.

Un plano panorámico se detiene a recorrer despacio el arranque de la Gran Vía y el tramo de Alcalá hasta Cibeles. Todos y cada uno de los edificios son hoy los mismos. Ahora están ahí, precisamente iguales. No se trata de un efecto entonces buscado, se nota, sino de un símbolo sobrevenido que acompaña, y un rasgo natural de la película en su palpitación rotunda. Como los edificios de Alcalá y la Gran Vía, igual de vivo y en pie todo lo demás: el argumento, sus recovecos, señuelos, pasadizos, embaucamientos de la atención, el ritmo, los personajes, el tratamiento, la intriga, los bucles, lo visto de nuevo pero abarcando más, lo que sabemos, lo que creemos que sabemos, los espejismos, las veladuras, las invenciones y trucos, las dosificaciones de la verdad, las simulaciones, y en fin todo el registro entero de lo ficticio en su engarce con la realidad: cómo en la vida todo es invención y magia, incluso en lo más banal, y por supuesto en las trapacerías y triquiñuelas.

La película está tan inspirada en éste su tema central de la danza entre lo real y lo ficticio (a partir de una intriga policial trepidante, la sospechosa desaparición de un joven una noche de galerna) que convierte a todo el material en variación y fuga, todo en resonancia y refuerzo: desde luego el novelista en dura lucha con sus criaturas y frankensteins; el conserje que inventa su testimonio porque, con estrategia de narrador, cree imprescindible “amenizarlo”; el editor que rechaza a los personajes novelescos porque carecen de realidad (!); la amiga que trama romances simulados para así provocar celos a terceros…

“Los peces rojos” desarrolla una idea que es genial hallazgo y lo hace con tal solvencia que todo en ella se vuelve hallazgo fluyendo sin necesidad de pregonarlo como hacen otras propuestas que “venden” en cada secuencia su vanguardismo y su modernidad.

Arte e inspiración en estado puro, el inherente a la creatividad, tienen los diálogos concisos de un guión que no puede ser más eficaz: modula varios tonos con ráfagas de humor chispeante en medio del drama, la acción, la reflexión, el suspense, y además evita cualquier instante de confusionismo, pese a la extrema complejidad de su trama de niveles múltiples; la fotografía contrastada y expresionista, los encuadres pensados y matemáticos, todo tan bien jugado, tan despojado de afectación, que no se nota cómo la invasión de la realidad por la ficción avanza paulatinamente y, como consumada maga, la película va embarcando al espectador en sus manipulaciones y encantamientos.

Y es que el Arte Mayor tiene apariencia sencilla, no se vende.

[Texto publicado en el boletín Nº 1 del cineclub macguffin]
Archilupo
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