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Voto de Archilupo:
8
Comedia Elwood P. Dowd (James Stewart) es un hombre afable, cariñoso y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Su único problema es que va a todas partes acompañado por un imaginario conejo gigante al que llama Harvey. La familia de Elwood no sabe qué hacer y opta por llevarlo a un psiquiátrico. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2009
88 de 95 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta comedia, de aspecto ligero, contiene carga de profundidad. Como no formula abiertamente crítica social o política, no parece que plantee objeciones al ‘establishment’. No obstante, la noción de salud mental no puede quedar más vapuleada, aunque no a la manera dramática de películas psiquiátricas sobre la locura, como “Alguien voló sobre el nido del cuco” o “Corredor sin retorno”. Propone como paradigma de la lucidez al chiflado Elwood (James Stewart), en constante coloquio con su amigo Harvey, sólo para él visible. Su respetable hermana, amiga de jueces y autoridades, organizadora de recitales benéficos y reuniones de damas, no ve al amigo invisible, por supuesto, aunque duda por instantes, fugazmente. Los amigos del bar tampoco lo ven siempre pero, en cambio, admiten con normalidad su existencia y se interesan por él, llenos de consideración.

El mundo se divide entre quienes aceptan a Harvey y quienes se horrorizan ante la mera insinuación de su nombre. Los primeros asumen la riqueza de la vida, abiertos a sus posibilidades; los segundos, gente de orden, ven lo que la Ley establece que se ha de ver.

A estas alturas es claro que se trata de un anarquizante símbolo de la efectiva libertad personal y la autonomía de la conciencia… además de un conejo blanco de más de dos metros, a quien no vemos con la mirada ‘óptica’ pero captamos gracias al continuo énfasis que Stewart hace sobre su presencia, llegando a crearlo asombrosamente “en negativo” con la gesticulación; un conejo, por cierto, de aire bastante más amable que el de “Donnie Darko”.

Antes que mezclarse en mezquinos forcejeos con quienes, como fieras, sólo viven para ser controlados o controlar a los demás en la cadena jerárquica de la sociedad, Elwood prefiere invocar a un ‘pooka’ (especie de juguetón duende personal, en la tradición celta) con quien ejercitar la cortesía, la jovialidad, el ingenio y la diversión… La condición humana, en suma. Eso sí, de manera más bien dionisíaca, o báquica.

De factura un poco tosca en lo formal, plagada de pequeñas torpezas, conquista sin embargo por su vigoroso humorismo y por la bulliciosa fuerza con que se eleva sobre la tontería.
Archilupo
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