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Voto de Archilupo:
8
7,2
13.823
Drama
Anton es un médico que divide su tiempo entre una idílica ciudad danesa y un campo de refugiados en África, donde ejerce su profesión. Anton y su esposa, padres de dos hijos, están separados y se plantean el divorcio. Elias, el mayor de sus hijos, entabla una estrecha amistad con Christian, un chico que acaba abandonar Londres para establecerse con su padre en Dinamarca. Sin embargo, Christian involucra a Elias en una peligrosa revancha ... [+]
7 de abril de 2011
152 de 165 usuarios han encontrado esta crítica útil
Susanne Bier ha alcanzado gran madurez en esta obra reflexiva. Expone con perfecto dominio una constelación de temas, conectados entre sí por el principal: la violencia.
-La relación entre padres e hijos; incomunicación entre las partes, pervivencia de residuos autoritarios.
-La orfandad, la viudez; el dolor que fermenta en el vacío.
-Los conflictos conyugales, el horizonte de la reconciliación.
-El acoso escolar, la miopía de las autoridades.
-La violencia adolescente, sus distintos modos: el físico y directo, o el retorcido y maquiavélico.
-Los trastornos del carácter en la pubertad.
-El abismo entre el Primer Mundo (primerísimo: Dinamarca) y el Tercero, una mísera aldea africana.
-El valor ético de la cooperación solidaria.
-La dificultad de abstenerse de la agresión, aun en defensa propia.
-La delgada lámina entre la vida y la muerte.
-La duda sobre si, en determinadas situaciones extremas, la violencia se justifica.
Podría parecer un planteamiento denso, pero su exposición, regida por una lúcida sabiduría narrativa, es de principio a fin sencilla y fluida, según un ritmo sereno, una suave ondulación que acerca y aleja los temas en gradual progresión dramática, en sucesión totalmente coherente, apoyándose para los enlaces en una soberbia fotografía del paisaje, y aprovechando el alto rendimiento de los actores de escuela danesa, que dan excelentes primeros planos.
La película contempla lo que está bien y lo que está mal en relación a la violencia, sí, pero sin traza alguna de maniqueísmo. Rastrea los focos, la génesis de esas emociones que se acumulan como grisú en los corazones y convierten a las personas en material inflamable, explosivo.
Contrasta la violencia sofisticada del mundo acomodado con la brutal del mundo hambriento y paupérrimo. Sirve de enlace el abnegado doctor, abocado a serios conflictos personales en ambos ámbitos.
Una noción básica se decanta: en general, el principio de la civilización está en inhibir la respuesta violenta ante las agresiones y provocaciones del matón o el idiota de turno, y que se entienda que esa inhibición no es cobardía sino coraje ético. En general. Hay muchos matices, y la película sabe reflejarlos equilibradamente, sin excluir dudas e incertidumbre.
Es una propuesta de meditación seria para una Humanidad que aspire a ser justa.
-La relación entre padres e hijos; incomunicación entre las partes, pervivencia de residuos autoritarios.
-La orfandad, la viudez; el dolor que fermenta en el vacío.
-Los conflictos conyugales, el horizonte de la reconciliación.
-El acoso escolar, la miopía de las autoridades.
-La violencia adolescente, sus distintos modos: el físico y directo, o el retorcido y maquiavélico.
-Los trastornos del carácter en la pubertad.
-El abismo entre el Primer Mundo (primerísimo: Dinamarca) y el Tercero, una mísera aldea africana.
-El valor ético de la cooperación solidaria.
-La dificultad de abstenerse de la agresión, aun en defensa propia.
-La delgada lámina entre la vida y la muerte.
-La duda sobre si, en determinadas situaciones extremas, la violencia se justifica.
Podría parecer un planteamiento denso, pero su exposición, regida por una lúcida sabiduría narrativa, es de principio a fin sencilla y fluida, según un ritmo sereno, una suave ondulación que acerca y aleja los temas en gradual progresión dramática, en sucesión totalmente coherente, apoyándose para los enlaces en una soberbia fotografía del paisaje, y aprovechando el alto rendimiento de los actores de escuela danesa, que dan excelentes primeros planos.
La película contempla lo que está bien y lo que está mal en relación a la violencia, sí, pero sin traza alguna de maniqueísmo. Rastrea los focos, la génesis de esas emociones que se acumulan como grisú en los corazones y convierten a las personas en material inflamable, explosivo.
Contrasta la violencia sofisticada del mundo acomodado con la brutal del mundo hambriento y paupérrimo. Sirve de enlace el abnegado doctor, abocado a serios conflictos personales en ambos ámbitos.
Una noción básica se decanta: en general, el principio de la civilización está en inhibir la respuesta violenta ante las agresiones y provocaciones del matón o el idiota de turno, y que se entienda que esa inhibición no es cobardía sino coraje ético. En general. Hay muchos matices, y la película sabe reflejarlos equilibradamente, sin excluir dudas e incertidumbre.
Es una propuesta de meditación seria para una Humanidad que aspire a ser justa.