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Voto de Archilupo:
5
Thriller. Drama Catherine, una doctora de éxito, sospecha que su marido David, un atractivo profesor de música, la engaña. Deseando salir de dudas, contrata a la joven e irresistible Chloe para que ponga a prueba la fidelidad de David. Los tórridos relatos de Chloe sobre sus encuentros con David embarcan a Catherine en un confuso viaje de redescubrimiento sexual. (FILMAFFINITY)
20 de abril de 2011
51 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) El sello de Egoyan es muy característico. En sus películas más representativas (Liquidador, Exótica y Felicia, entre otras) el espectador se halla enseguida sin suelo bajo los pies, arrastrado por corrientes de sexualidad heterodoxa a un mundo ambiguo, irreconocible, que oscila entre lo misterioso y lo perverso, lo fascinador y lo malsano.

El ritmo es lento, todo parece detenerse, y entonces afloran destellos de algo que está ahí, dentro y fuera de los personajes, desconocido, inquietante.

2) En el comienzo de “Chloe”, tres personajes aparecen por orden.

El primero, la propia Chloe, es un cuerpo joven vistiéndose ante el espejo mientras su voz se presenta y habla del trabajo que ejerce, los pormenores físicos de ese trabajo, encarnar fantasías de los hombres.

El segundo es una ginecóloga que atiende a una bailarina anorgásmica y le promete información útil sobre el clítoris.

El tercero, un profesor de música que habla a sus alumnos de la ópera “Don Giovanni”, el coleccionista de amantes.

3) El segundo personaje duda de la fidelidad del tercero, su marido, y contrata al primero, la prostituta, para ponerle a prueba: quiere saber cómo se comporta a sus espaldas.
Los informes son detallados, calientes, excitantes. Desbordan cualquier cálculo de la contratante.

Ingredientes de un thriller de enredo sentimental, pero es Egoyan quien los maneja, así que cabe ponerse a la expectativa.
Las de Julianne Moore y Liam Neeson son fisonomías muy elocuentes. Dan enorme juego a la cámara. Hablan poco y bajito. Nadie se apresura. Añádase algún desnudo estilizado en los reflejos. La música suave, deslizando sugerencias. La impresionante residencia del matrimonio, bien moderna. Fragmentos de Vivaldi y Beethoven en sala de conciertos. La arquitectura señorial y fría del centro de la ciudad…

Todo parece listo para despegar hacia la inquietante dimensión de lo imprevisible con Egoyan, a punto de quitar el suelo al espectador en el siguiente giro.

4) Pero no sucederá.
El argumento estaba prefabricado.
Es producto industrial, remake de una historia vulgar, exagerada y moralista. Poco menos que lo opuesto a la línea de autor acreditada durante años por el armenio canadiense, que aquí se ha limitado a poner estilo, de indiscutible calidad, visualmente rico, pero no ideas, que son ajenas.

Nada que objetar si un cineasta quiere hacer una operación comercial o aplicar estrategias de marketing a su carrera. Pero, para no despistar a quienes le identifican con trabajos artísticamente comprometidos, en casos como éste debería usar pseudónimo.

Ngoyan, por ejemplo: suena a vietnamita, y facilita el engañar como a chinos.
Archilupo
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