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Voto de Archilupo:
4
Drama En La rencontre, Alain Cavalier rastrea con una cámara de vídeo las pulsaciones de una relación amorosa, grabando detalles, momentos y fragmentos cotidianos de la vida de una pareja. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2011
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cavalier aplica el método de contar algo con planos-detalle de objetos, rincones, pequeños animales, fragmentos de cuerpos. La meta es representar significativamente lo que sucede en la escala real. Se supone que ese microuniverso es vestigio suficiente; que hasta puede dar una mayor comprensión de lo real que la mirada directa.

Cavalier se sirve de la videocámara como de un microscopio con que descomponer un mundo en sus átomos, para verlo mejor, con más precisión.
El método es interesante a condición de que ese mundo también lo sea. Y para el espectador además de para el filmador.
En concreto, que el amor que Cavalier siente por su compañera, asunto sin duda apasionante para él, lo sea también para el espectador.

En “Libera me” la meta se alcanza. En “La rencontre” no, ni mucho menos.

Más que la narración de una historia en código micro, es el testimonio de un intento artísticamente fallido. Una colección de tomas que documentan la fracasada aproximación a una mujer amada que se esconde, se niega a salir; que es consciente de que la cámara profana la intimidad de los amantes, y que sólo aparece como pie que recibe un masaje, pezón convertido en islote entre el agua jabonosa de la bañera, nalgas borrosas en una playa, rostro vislumbrado fugazmente junto a la pelambre de un gato, trozos de muslo tendido en una toalla…

Él, videocámara al hombro, reflejado en el cristal que protege a un óleo.

Se pasa del complejo protocolo de la cámara de celuloide a la libertad de la videocámara, juguete mágico. Campo ilimitadamente abierto, todo se puede grabar, empezando por el propio ombligo (hay una toma de un ombligo en “La rencontre”).
Que se pueda grabar todo, sin tener que coordinarse con el equipo clásico (operadores, sonido, maquillaje, producción…) no quiere decir grabarlo todo indiscriminadamente.
Por momentos lo mínimo se convierte en trivial.

Las voces captadas por el micro comentan cosas bien dichas. No son tonterías. Son signos verbales del romance entre ellos. Cuándo surgió, qué sucedió aquí qué hicieron uno y otro, qué emoción vivieron. Mientras, se ven fetiches cargados con ese amor. Relojes intercambiados, cuadernitos donde se anotan sentimientos. Llaveros, piedrecitas con forma de corazón, lavabos con flores pintadas. Habitáculos con huellas: cama deshecha, almohada abollada…

Sugerente si progresa, anodino si permanece igual, en aproximación indefinida.

La mujer no sale y nos quedamos viendo cómo una mosca grande pasta en el plumaje de un pajarillo medio dormido.
La mujer no sale pero hemos de ver su orina caer, y tener noticia de sus ventosidades. ¡Una aproximación ya desesperada!
Expedición a una montaña desvanecida por la niebla.

Todo se vuelve material de recorte, bloc de apuntes deslavazados, virutas de taller. Lo unifica su condición de testimonio de un fracaso artístico.

Normalmente, algo así se guarda. Hace falta estar muy ensimismado para no darse cuenta de que al espectador le interesa poco.
Archilupo
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