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Voto de Entwistle:
3
7,6
22.865
Drama. Romance
Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) es un ex-figurante de cine admirador de Bogart. Tras robar un coche en Marsella para ir a París, mata fortuitamente a un motorista de la policía. Sin remordimiento alguno por lo que acaba de hacer, prosigue el viaje. En París, tras robar dinero a una amiga, busca a Patricia (Jean Seberg), una joven burguesa americana, que aspira a ser escritora y vende el New York Herald Tribune por los Campos ... [+]
29 de febrero de 2008
190 de 277 usuarios han encontrado esta crítica útil
“André Bazin dijo una vez que…”, “Esta es de las favoritas de Truffaut...”, “Según Godard...”.
Supongo que para todos los que leen de cine han encontrado más de una vez este tipo de citas en los textos. Vamos, mas bien se han percatado de la majadería eterna de invocar una y otra vez a estos nombres. Da la impresión que cada vez que uno escucha el término Nouvelle Vague hay que arrodillarse, mirar al cielo, golpearse el pecho y elevar una plegaria. El año 1959 es como un punto de inflexión de la historia del cine, pontifican. Hay un antes y después del cine después de la nueva ola. Bueno, yo he terminado por cansarme y digo que NO a toda esta burda y simplista generalización.
Siempre me ha caído simpático Truffaut. Quizás se deba a que desde crío fui un fanático de “Encuentros cercanos…”. He visto la mitad de su filmografía y no he podido enganchar con ninguna de sus obras, llegando incluso a terminar de ver algunas a la mitad. Eso si, existe la sagrada excepción con la bellísima “Los 400 Golpes”, una obra capital la cual marcó el debut y despedida de este pseudomovimiento, el cual en palabras del propio cineasta, nunca existió como tal. Otra cosa es con su amigote con pipa y gafas oscuras incluso en la noche: ¡¡Jean-Luc Godard!! ¡¡Demos gracias al señor!!
A Bout de Soufflé (conocida como "Sin Aliento" en mi país), también es una obra capital, una obra dedicada a lo presumido, lo intelectualoide y lo vacuo. Nadie niega que es moderna, perfecto. Pero una modernidad forzada y torpe, desesperada por ser diferente, por romper moldes. Una modernidad poco natural. Es verdad que (una parte) del cine posterior cambió gracias a esta película, por supuesto. Esta parte se volvió inconsistente, pedante, deshonesta, artificial (gracias Talibán). Del guión ni hablar, no hay de donde agarrarlo. ¡¡“Improvisación”!! declamarán algunos. Perfecto, pero para improvisar hay que tener una plataforma, un escenario, una progresión de acordes. Aquí no hay nada de eso. La actuación de Belmondo raya en la caricatura. Quizás el plano de la foto de Bogart tenga algo que ver, pero tengo mis serias dudas si en verdad era la intención del director una interpretación tan desagradable como la del actor. La chica Seberg, guapísima, inocente pero intrigante. Tiene una imagen que la cámara devora, fue un acierto de Godard. Pero su personaje se diluye rápidamente debido a lo atropellado de la creación de su co-protagonista.
Tiene momentos geniales, hay que decirlo. La escena de los dos en la cama llega a momentos sublimes, con unos silencios espectaculares, una lograda química entre los dos. ¿Pero que hace Godard?, extiende la secuencia a lo inimaginable: 10…15…20…¡25 minutos! La cinta completa dura 90! Me terminó de rematar ver a un legítimo genio del cine, Jean-Pierre Melville, haciendo el completo ridículo en la escena de la entrevista. Al escuchar toda esa verborrea subnormal e inútil, daban ganas de quemar la pantalla. Insufrible.
(continúa en Spoiler)
Supongo que para todos los que leen de cine han encontrado más de una vez este tipo de citas en los textos. Vamos, mas bien se han percatado de la majadería eterna de invocar una y otra vez a estos nombres. Da la impresión que cada vez que uno escucha el término Nouvelle Vague hay que arrodillarse, mirar al cielo, golpearse el pecho y elevar una plegaria. El año 1959 es como un punto de inflexión de la historia del cine, pontifican. Hay un antes y después del cine después de la nueva ola. Bueno, yo he terminado por cansarme y digo que NO a toda esta burda y simplista generalización.
Siempre me ha caído simpático Truffaut. Quizás se deba a que desde crío fui un fanático de “Encuentros cercanos…”. He visto la mitad de su filmografía y no he podido enganchar con ninguna de sus obras, llegando incluso a terminar de ver algunas a la mitad. Eso si, existe la sagrada excepción con la bellísima “Los 400 Golpes”, una obra capital la cual marcó el debut y despedida de este pseudomovimiento, el cual en palabras del propio cineasta, nunca existió como tal. Otra cosa es con su amigote con pipa y gafas oscuras incluso en la noche: ¡¡Jean-Luc Godard!! ¡¡Demos gracias al señor!!
A Bout de Soufflé (conocida como "Sin Aliento" en mi país), también es una obra capital, una obra dedicada a lo presumido, lo intelectualoide y lo vacuo. Nadie niega que es moderna, perfecto. Pero una modernidad forzada y torpe, desesperada por ser diferente, por romper moldes. Una modernidad poco natural. Es verdad que (una parte) del cine posterior cambió gracias a esta película, por supuesto. Esta parte se volvió inconsistente, pedante, deshonesta, artificial (gracias Talibán). Del guión ni hablar, no hay de donde agarrarlo. ¡¡“Improvisación”!! declamarán algunos. Perfecto, pero para improvisar hay que tener una plataforma, un escenario, una progresión de acordes. Aquí no hay nada de eso. La actuación de Belmondo raya en la caricatura. Quizás el plano de la foto de Bogart tenga algo que ver, pero tengo mis serias dudas si en verdad era la intención del director una interpretación tan desagradable como la del actor. La chica Seberg, guapísima, inocente pero intrigante. Tiene una imagen que la cámara devora, fue un acierto de Godard. Pero su personaje se diluye rápidamente debido a lo atropellado de la creación de su co-protagonista.
Tiene momentos geniales, hay que decirlo. La escena de los dos en la cama llega a momentos sublimes, con unos silencios espectaculares, una lograda química entre los dos. ¿Pero que hace Godard?, extiende la secuencia a lo inimaginable: 10…15…20…¡25 minutos! La cinta completa dura 90! Me terminó de rematar ver a un legítimo genio del cine, Jean-Pierre Melville, haciendo el completo ridículo en la escena de la entrevista. Al escuchar toda esa verborrea subnormal e inútil, daban ganas de quemar la pantalla. Insufrible.
(continúa en Spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Sobre el montaje epiléptico, sin ton ni son. Uuuuhhh, que modernidad. Que pase el siguiente. Las tomas en exteriores son del ridículo máximo. A la media hora me había aburrido de contar a las personas que se ven observando el rodaje, ya sea en la calle misma o mirando a través de las vitrinas hacia adentro, impresentable. Lo mismo con la cámara al hombro al borde del parkinson. Todos estos recursos manipuladores ahora nos los restriega en la cara gente como González Iñarritu y Soderbergh. Supongo que tengo que agradecerle a la Nouvelle Vague por este par de hipervalorados realizadores.
No me niego a que hay mucha gente que debe adorar este cine, me parece validísimo. Es una cosa absoluta de gustos y lo respeto. Es parte de la magia del cuento. Pero esa necedad de insistir hasta el hastío que a estos tipos se les debe pleitesía y poco menos ignorar todo lo anterior, es insultante. Poco menos olvidarse de la existencia de gente como Eisenstein, Buñuel, Ozu, Bergman, Antonioni, Fellini, Fuller.
Como guinda del pastel: A fines de 1959, se estrenó en Nueva York una pequeña película filmada en 16mm. Ninguno de sus actores era conocido, muchas de las secuencias se filmaron sin permiso en locaciones naturales, en las calles de Manhattan, bares, cafeterías. El guión, aunque férreo, fue construido en base a pura improvisación. Se logró una de las películas más bellas del cine independiente y a la vez dura como la vida misma. Tuvo una flojísima distribución y para cuando “Al final de la Escapada” gozaba del beneplácito del festival de Berlín, ya estaba guardada en algún estante. El tiempo hablaría por si solo. La película en cuestión era “Shadows” y el director, un tal John Cassavetes
No me niego a que hay mucha gente que debe adorar este cine, me parece validísimo. Es una cosa absoluta de gustos y lo respeto. Es parte de la magia del cuento. Pero esa necedad de insistir hasta el hastío que a estos tipos se les debe pleitesía y poco menos ignorar todo lo anterior, es insultante. Poco menos olvidarse de la existencia de gente como Eisenstein, Buñuel, Ozu, Bergman, Antonioni, Fellini, Fuller.
Como guinda del pastel: A fines de 1959, se estrenó en Nueva York una pequeña película filmada en 16mm. Ninguno de sus actores era conocido, muchas de las secuencias se filmaron sin permiso en locaciones naturales, en las calles de Manhattan, bares, cafeterías. El guión, aunque férreo, fue construido en base a pura improvisación. Se logró una de las películas más bellas del cine independiente y a la vez dura como la vida misma. Tuvo una flojísima distribución y para cuando “Al final de la Escapada” gozaba del beneplácito del festival de Berlín, ya estaba guardada en algún estante. El tiempo hablaría por si solo. La película en cuestión era “Shadows” y el director, un tal John Cassavetes