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España España · Villanueva del trabuco
Voto de depledger:
7
Drama Segunda mitad del siglo XVII. Dos jóvenes jesuitas portugueses viajan a Japón en busca de su mentor, el conocido misionero Padre Ferreira. Los últimos rumores indican que, tras ser perseguido y torturado, Ferreira ha renunciado a su fe, algo difícil de creer para los sacerdotes que parten en su búsqueda. En Japón ellos mismos vivirán el suplicio y la violencia con que las autoridades japonesas persiguen a los cristianos, a los que ... [+]
7 de enero de 2017
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres cosas destacan en lo nuevo de Scorsese, aparte de un relato que sitúa la acción en un contexto interesante y atípico.

La Religión como protagonista en los mecanismos de poder. Lo que toca en nuestra época son partidos políticos con diferentes propuestas para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Se libra una batalla de lo intangible, en la que hay que ensalzar y hacer triunfar a los símbolos propios, como una marca que pueda ser identificada como la más capaz, a la vez que hay que intentar destrozar los del rival. Sin embargo, en otra época no estaba tan al alcance mejorar la vida de la población, por lo que el diálogo entre el poder y el pueblo debía articularse en torno a quién podía garantizar la salvación. En la vida que venía después. En esta película, vemos al poder japonés tratando de impedir que el poder extranjero triunfe en su territorio, en una lucha que jugaba en un terreno distinto del actual, pero que, en esencia, era lo mismo: destruir los símbolos, los relatos y las propuestas del rival. Por supuesto, la religión es mucho más que todo eso: es un sistema de valores capaz de orientar las acciones humanas en un sentido muy particular, quizá incomprensible para los no creyentes, pero poderosamente bello en muchos aspectos, lo que nos lleva al siguiente punto.

El silencio de Dios, que da nombre a la película. Scorsese hace una magnífica utilización del sonido y de su ausencia. Las voces de los personajes son prácticamente lo único que oímos. Sólo ellos hablan, pues Dios no lo hace pese a los sobrecogedores intentos del protagonista, que por momentos cree encontrar contradicciones entre las Sagradas Escrituras y lo que ven sus ojos.

Por último, la violencia como imagen cargada de poder. Tanto desde el punto de vista estético como del político. Los japoneses saben que la demostración de su fuerza pasa por una violencia original, que va mucho más allá de la muerte o la tortura convencional. Y ello hace un enorme servicio a la película en términos artísticos, conectando con la marca de la casa de este director, cuyo talento aún parece poder ofrecernos propuestas interesantes. El tiempo dirá si con "The Irishman" es capaz de cerrar su carrera en lo más alto.
depledger
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