La adorable Audrey Tautou cambia de religión tan fácilmente como de novio, hasta que encuentra varón judío y entonces le da por el judaísmo. Muy fuerte le da (más que a él, que lo es ya de por sí), pero toda esa religiosidad y toda esa espiritualidad que quiere abrazar cumpliendo con todos los ritos y asistiendo a clases, no le sirve de nada en una vida cotidiana y de pareja que por lo general es un desastre.
En definitiva, las religiones no son ninguna panacea ni hacen milagros en nuestras alborotadas vidas. Pero quizá el problema no esté en la inutilidad de las religiones, sino en nuestras propias incapacidades como personas (ninguno de los personajes destaca por su cordura y sensatez).

Película de ritmo que no decae, aunque las situaciones no atrapan por igual, destacando sobre todo las referentes a la familia (magnífica Catherine Jacob como amargada madre de Tautou) y también las relativas a los amigos (soberbia Julie Depardieu como la amiga psicóloga, necesitada ella misma de ayuda psicológica).
Esas situaciones funcionan mejor que las relativas a la vida en pareja, donde el novio (judío neurótico) quiere parecerse a Woody Allen pero no le sale el punto entrañable, cayendo más bien antipático.
La música de jazz que abre y cierra la película no deja dudas sobre la senda “alleniana” que se busca transitar.