¡Qué manía se tiene ahora de no ser lineal a la hora de contar una historia!
Parece que eso es lo más “in”, y hasta el clasicista Eastwood se apunta a la moda. Yo la verdad habría preferido una disposición cronológica de los hechos.

Eso sí, la película tiene suficiente interés argumental y suficientes buenos momentos como para que merezca la pena ser vista: ese simbólico postre rociado con sirope de fresa que más bien parece sangre; esas escenas con las madres; esa escena final en la playa, paréntesis paradisíaco en medio del horror (y muy clarificador en cuanto a lo que realmente eran esos soldados: unos niños inocentes)

Me gustó bastante esa cenicienta fotografía, que le da a la película (al menos en su parte bélica) un aspecto lúgubre y mortecino.

El guión es bastante mecánico y una vez pillas su dinámica casi termina por cansar.

Ryan Philippe ha mejorado bastante desde sus inicios, pero sigue sin despegar. Ésa escena en la que contempla el cuerpo torturado de un soldado que nunca llega a verse pierde toda su fuerza por la nulidad de su mirada.
La dirección es elegante y sensible, pero desde luego los actores no ayudan mucho.

Como apunte final, no veo que la peli sea clara y rotundamente anti-bélica: más que contra la guerra en sí, arremete contra la utilización que los gobernantes hacen de ella, utilización interesada y tergiversada hasta el simplismo más necio. La veo más anti-política que anti-bélica.