Una pequeña pero brillante oda al perdón, a la sinrazón del dolor y a a soledad estigmatizada. La gran belleza de la trama es servir de escenario para un sinfín de ideas e ideales, una radiografía de toda una época y generación, jugueteando con la estética como aliciente para la interpretación del sentimiento, como pincelada de la búsqueda de la felicidad, intentando creer en el prójimo y siendo y sintiendo la situación vivida como referente vivo, con el que la intención de modificar nuestra realidad. La belleza paisajística, ambiental, estética y musical no deja de endulzar la frialdad de lo ocurrido. El juego de luces de unos bellos planos, de unos giros de cámara acompasados e interiorizados por el sentimiento ayudan al espectador a analizar el trasfondo, gracias al guion esquemático pero denso, espectacular e inesperado,que sinuoso nos tensiona en busca del ansiado momento de color, que como llega se va... al final las pinceladas no siguen el cromatismo deseado pero la gama cromática está en la pupila de cada uno. Belleza de los protagonistas, delicados y turgentes, encarnizados en su afán de transmitir esa contención, pero que estalla en su interior.