Abrupta en su ritmo, fuera de convencionalismos, atrayente en cada plano, intensa en los tiempos... asistimos sin ser prevenidos a una historia de fidelidad, de supervivencia y de amores resentidos. El director filma con un estilo propio, toda esa sociedad de desarraigados sociales que tienen los mismo dilemas (acrecentados por su situación) de lealtad, de intentar que la supervivencia llegue hasta la realidad más cruel. No es una lucha sin fin, es una lucha medida en la consciencia de unos personajes que juegan con ese equilibrio de realismo y crueldad. El protagonista atrae al espectador con una mezcla de carácter y personalidad intensa en su callado papel, que no necesita más que sus pocas palabras para dejar ver qué principios rigen la oscura parte de su vida. Esa parte tan bien descrita y analizada por un guion que señala y reinterpreta los vicios enérgicos y vehementes de cada eslabón de la sociedad china. La crudeza y naturalidad con que los sentimientos se esconden enganchan con la fría atmósfera recreada por el tiempo y la luz (o su ausencia) recreando una noche sin fin que lleva la desenlace de su protagonista.