Es la conquista del día a día, de la narración sin trucos, un corte clásico para un guion lleno de fuerza pero con la naturalidad como base. Los colores contrapuestos reflejan la dicotomía de la trama, un ostracismo pintado en una paleta sin estrenar, solo con una mano dirigiendo el camino que lleva sin dirigir, que encuentra sin renegar. Nichols reinventa el corte clásico desde la modernidad, la imagen vivida desde la suposición. Sus protagonistas hacen el resto. En la mirada radican sus sentimientos, lo traspasan y lo entienden hasta el punto de unirse a los gestos y palabras sin necesidad de distinguirse, una amalgama que revitaliza los planos y secuencias. Rezuma amor, huele a frescor, inspira fuerza, transmite tesón, el guion logra contagiar su naturalidad, comunicar en la selección del paisaje y la música como un elemento más de narración. Reinventar la historia sin más que una vida llena de sentimientos.