Un grito ensordecedor y sordo que clama a los cuatro vientos las necesidades, miedos y furias de la juventud francesa, y por ende, universal. Capta la idiosincrasia de un grupo de edad que dentro de su heterogeneidad comparte sensaciones, con sus diferenciaciones todos pasan por ciertas claves dramáticas. Laurent Cantet es capaz de suplementar un thriller con fondo social, político y sentimental para llevarlo a un punto de denuncia generacional. La llamada de atención sobre la necesidad de ayuda, que muchas veces aún viéndolo se es incapaz de acallarlo. Esa apatía y disfonía social, ese intento de implementar y explicar causas y posibles consecuencias... no tiene por que acabar mal de la forma más visceral. Un aullido interior que coge fuerza pero sin repercusiones públicas relevantes. El guion sibilino y astuto remarca la tensión, la desdobla y le da tintes difusos porque muchas veces el cerebro humano tiende a rellenar la información que no tenemos, y ahí radica el juego de guion, es creer hacernos ver lo que no es, pero si en poder captar que algo pasa... A su vez, las interpretaciones radicalmente vivas llenan la pantalla de brío, de descaro, como un golpe de aire fresco en pleno verano.