Perfecta forma de llevar el tempo, la tensión, in crescendo, sabe agarrarte al asiento, los giros argumentales se enlazan armónicamente para ir subiendo escalón a escalón al drama, pero siempre de forma silente, sin apenas darnos cuenta. La música nos ayuda a mimetizarnos y la cámara al hombro, que al principio nos marea, nos transporta, un juego crucial en la empatización de la historia. Los planos cortos nos allegan a unos personajes bien interpretados. Tom Hanks, siempre correcto, especialista en ir desgranando su psicología con pequeños gestos y miradas.
Una historia paradójicamente interpretable: A simple vista lineal, puede ser tomada en planos de amplia interpretación. Aunque los personajes somalís enganchan y llegan a acercarse al espectador, la historia peca de falta de exposición del problema, aunque se agradece la no simplificación del problema.