Su mayor escollo es esa falta de unión entre la intensidad deseada y la intensidad vivida por sus protagonistas. Hay pequeños destellos de relevancia sentimental y actoral. Pero se diluye entre los dedos como arena del desierto, cayendo en áridas interpretaciones. Las necesidades exigidas por el guion eran fácilmente realizables, pero queriendo sentir no se hace ver. Las insinuaciones de sus tramas no llegan a la altura de las disquisiciones de los personajes. Quedamos con la sensación de que nos falta algo, pero sin saber el qué. Musicalidad y fotografía, así como el reparto actoral son concluyentes y proactivos. Llenan cada plano y secuencia. Pero sin deshacerse de ese halo de ausencias y explicaciones. Roman Polanski queda a medio camino, pero aún así puedes llegar a empatizar pero sin alardes.