Cuando uno, desde una cierta edad, contempla la distancia entre aquellas películas de dibujos de colores planos y las actuales de animación no puede más que quedarse maravillado y con la boca abierta ante el progreso de una técnica tan depurada e hiperrealista que ya no te permite distinguir qué es real y qué no.

A menudo se menosprecia eso de "hecho por ordenador" como si el uso informático le diese al arte un valor despectivo e insensible o fuese ligero o de fácil solución. Pero si uno se queda hasta las últimas letras, si tiene la paciencia de atender a los siete u ocho minutos de créditos podrá ver la cantidad de personas y, sobre todo, el ejército coordinado de "especialistas raros" (directores de texturas, asesores de gestos, botánicos y gente así) que son necesarios para crear estos prodigios técnicos.

En cuanto a la historia, esta recreación del anterior Libro de la Selva de Disney necesariamente es mejor y, aunque sigue siendo una adaptación libérrima del texto de Kipling, está muy bien desarrollada y perfectamente dramatizada.