En efecto, todos hemos sido traviesos, a todos nos ha gustado soñar que besábamos a una chica, aunque lo negásemos diciendo que solo nos gustaba dar patadas a un balón, y más o menos de eso trata este corto de Truffaut. Unos mocosos empiezan a vigilar a una pareja formada por un monitor de gimnasia y una bella muchacha de la que todos están enamorados, reteniendo en su memoria cada trastada que les han hecho por envidia hacia él, por deseo precoz hacia ella.

Siempre tratado con la sutileza característica de Truffaut en los temas de amor, el corto nos vuelve a la infancia, nos traslada a las costas mediterráneas francesas y nos embriaga con faldas cortas, besos de labios tersos y sillines de bicicletas que han pasado cerca de sus muslos.

Lo mejor: El uso de los paisajes naturales y su luz, así como de la belleza de la actriz.

Lo peor: Que uno de esos chavales no fuese yo. Bonitas batallas imaginarias.