La película goza de un poderío visual y artístico altamente inusitado. Es impecable a nivel técnico.
Su director Park Chan-wook nos deleita con escenas que son de 10, tal cuál. Y no lo digo por el alto contenido sexual de muchas de ellas, muy bien filmadas y llevadas a cabo de manera muy natural. No, me refiero sobre todo a ese arte que se ve plasmado dentro de la propia película: esa aristocracia instruida en las bellas artes, tales como la pintura y el dibujo, y también la literatura (literatura erótica en este caso) con mención especial a esas subastas literarias tan artísticas, narradas cálida y sutilmente con la finalidad de vender obras de arte erótico (el porno de la época supongo yo) a grupos de clase alta. Si todas las subastas fueran así sería extraordinario acudir a ellas.

Esta película es arte en sí misma y contiene arte en su interior, y esto es lo que más me ha agradado y cautivado de ella. La música también es excelente. No obstante, y aquí viene lo malo... encuentro la narrativa de este film altamente contraproducente. Su guión es enmarañado y confuso, bastante lioso en unos giros de guión que más que sorprender consiguen que el espectador se pierda por momentos. Es el principal y preponderante agravatorio que le encuentro a esta, eso sí, cuidada película en lo concerniente a todo lo demás.