No es que la peli esté mal hecha. Es que es la gran nada. Un conjunto vacío.

El argumento tiene el mismo atractivo que si haces una peli sobre el colesterol de un señor de mediana edad que un día va a hacerse unos análisis y se lleva un susto, y poco a poco, año tras año, va comiendo sano y haciendo ejercicio moderado, hasta que consigue que le baje. Vamos, que sí, que es un tema, como otro cualquiera, pero sin gancho.

Pues la peli, otrora novela, va de una parejita que… en fin, no sé. El caso es que se conocen en la universidad, y siguen manteniendo el contacto para siempre jamás. Muy bien, pero yo me pregunto qué carrera estudió esta gente, porque la una se pone a servir mesas en un mejicano y el otro a presentar los 40 principales.

La historia carece de todo aquello que debería de tener, como un mínimo de alma o sentimiento, o alguna anécdota interesante digna de ser contada. No es más que un boceto de historia que, curiosamente, ni siquiera cumple con su propia premisa, la de contarnos el mismo memorable día de cada año en la vida de los protagonistas. Intenta hacerlo, es cierto, pero se diluye. Está todo tan deslavazado que lo mismo te da que se amen o que se mueran. Te la pela.

El guionista, otrora novelista, adapta su propia novela, no vaya a ser que se la estropeen, y resulta que es incapaz de contarla bien. Mira, David Nicholls, no nos conocemos, pero permíteme que te diga que por más que la cuentes, tu historieta parejil es un coñazo sin sustancia y tus personajes aburridísimos, como tú, imagino.

La directora también tiene algo de culpa, ya que no sabe parar a tiempo. Cuando llega el final lógico de la historia, el punto de no retorno (innecesario y artificioso, por cierto), la tía sigue dándonos la tabarra un rato más, sin necesidad. Yo hubiese preferido ver la peli sobre el colesterol, no te digo más.