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España España · MÓSTOLES
Voto de Lucman:
9
Drama Esta es la historia de un remoto lugar situado al pie de una imponente montaña, cuyos habitante de manera inexplicable no consiguen superar los 70 años de vida. Granny, a punto de cumplir esa edad, espera contenta que llegue el momento de su muerte. Sólo su hijo Tatsuehi luchará para que pueda superar ese cumpleaños con vida. En 1983, Shohei Imamura dirigió un remake, que ganó entre otros premios la Palma de Oro en el festival de Cannes. (FILMAFFINITY) [+]
8 de marzo de 2014
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Keisuke Kinoshita es uno de los directores japoneses menos conocidos en nuestro país. Las distribuidoras no han sido justas con éste magnífico cineasta, autor de films tan importantes como: "Tiempos de alegía y dolor", o "Un amor inmortal". En "La balada de Narayama", nos muestra el sacrificio de una anciana totalmente identificada con el sistema imperante de valores tradicionales en una aldea japonesa de antaño. Este país se ha caracterizado, durante largos periodos de su historia, por fomentar entre sus habitantes la adhesión -con voluntad religiosa-, a las normas establecidas por leyes que, a los occidentales, nos resultaría sumamente difícil de aceptar. El rigor del código moral del Bushido, que formaba parte inviolable del sentido del honor del Samurai, se ha mantenido durante siglos, sostenido sobre un sistema patriarcal fuertemente jerarquizado que impregnó sus diferentes estamentos sociales. De ese modo, el hombre, como pieza suprema de la sociedad, no debe anteponer sus deseos a las normas establecidas, aunque estas exijan -en momentos determinados-, el sacrificio de su propia vida.

Lo vemos con claridad meridiana en esta solemne y esplédida balada. Kinoshita nos envuelve en el marco del Teatro Kabuki para contarnos la historia de una anciana, que, según la tradición del lugar al llegar cualquier habitante los setenta años debe abandonar el poblado y subir a la montaña de Narayama para dejarse morir allí, y de ese modo no ser una carga económica para los habitantes de la aldea. Durísima norma que exige una convicción absoluta por parte de quienes deben cumplirla. Ella lo acepta sin tituveos, convencida de que ya no tendrá que ser una carga para nadie. La tragedia surge cuando su hijo, atormentado por la idea de perder a su madre -que en modo alguno se encuentra en estado decrépito, y sigue capacitada para cumplir con sus funciones domésticas-, se revela contra tal idea, aunque finalmente acate subirla él mismo a la montaña. Sin duda el momento más emotivo y logrado del film. Un largo "viacrucis", que nos recuerda la subida al Gólgota de Cristo.Ignoro si Kinoshita intenta hacer un simbolismo con cierto paralelismo entre ambas, pero, ciertamente consigue crear una tensión dramática enormemente impactante.

Notable acierto del director, es mostrarnos el contraste de actitud entre los diferentes personajes que habitan en la aldea y la madre. Solo ella -aún pudiendo eludir su sacrificio-, lo acepta estoicamente, sin caer en actitudes sensibleras, mientras otro anciano, en situación similar, se siente atenazado por el miedo, negándose a cumplir con la dura tradición.

No decae, en ningún momento, el ritmo de la película, donde la fotografia, la música sincopada, y la escenografia -basada en decorados artificiales del Teatro Kabuki, como ya he mencionado-, orquestan la magistral interpretación de Kinuyo Tanaka, llenando de contenido y belleza una historia de honda intensidad dramática. Otra muestra más de la genialidad de un gran creador japones: Keisuke Kinoshita.
Lucman
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