Desde el primer minuto de la historia, tan breve como intensa, uno se da cuenta que no está ante una película cualquiera. No, desde el primer fotograma uno es espectador de sentimiento puro simbolizado en imágenes. No son diálogos profundos ni frases que nada tienen que aportar. Es una mirada, una sonrisa, una canción en un karaoke, una lágrima,un beso o un abrazo...que, sin necesidad de palabras, cautivan al espectador por su belleza y profundidad. No son simbolos que requieran de una concentración casi imposible para comprendelos; son simbolos simples, directos y hermosos. Es la búsquedad de sí mismos de dos personas totalmente perdidas en la grandiosidad de la multitud, y que gracias a un fortuito encuentro, iniciado por una sonrisa, se encuentran a sí mismos. Y es entonces cuando Sofia Coppola nos muestra el verdadero amor, en toda su esencia y fulgor. Sencillo e insondable, reflexivo y divertido, punzante y aunténtico, humano y férreo.
Esta historia no son solo simbolos. Es Scarlett Johansson; grande, espléndida, hermosa y radiante. Y es Bill Murray; excelente, natural e irónico.
Es entonces, cuando tenemos todas estas cosas en cuenta, que no estamos ante una obra cualquiera, que estamos ante una obra maestra. Una obra maestra que jamás, y repito, jamás, olvidaré.

Nota: Obra Maestra -excelente- (10)

Un saludo, Vals.