Desde un rascacielos, en la cima, un hombre armado de un fusil empieza a disparar indiscriminadamente contra los transeúntes. Un policía trepa a la terraza y le sugiere que desista preguntándole el motivo. La respuesta es: Dios me lo ordenó, según la traducción sobreimpresa o Dios me lo dijo. Los sucesos sangrientos se repiten con el mismo leiv motiv. A partir de ahí, el detective debe indagar cuál es la razón de los crímenes indicados por "Dios". Lo que sigue después es una rama cada vez más enrevesada, porque un ser lumínico aparentemente ligado a los acontecimentos tiene mucho que ver con él, aunque es cada vez más difuso e innteligible el mensaje. Hay un buen manejo del suspenso, encuadres acertados de la metrópli, cierta espectuacularidad e intriga bastante bien resueltos. Lo malo es que no hay una claridad en la explicación final del asunto que deja un terreno complejo en materia interpretativa.