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España España · K-PAX
Voto de PROT:
8
Comedia Una serie de entrevistas, con quienes lo conocieron, nos introduce en la vida del incompetente atracador Virgil Starkwell, que desde el principio estuvo abocado a la delincuencia: durante su infancia vivió sometido y humillado por los chicos más fuertes, y cuando descubrió que su carrera musical no tenía futuro, a Virgil no le quedó más remedio que robar, pero su escaso talento pronto lo conduciría a la cárcel. (FILMAFFINITY)
17 de octubre de 2008
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
TOMA EL DINERO Y CORRE, la primera de las películas de Woody Allen, enmarcada en lo que en otra de mis críticas di en llamar la fase del humor neto, está supuestamente narrada por una serie de personajes que, en algún momento, se cruzaron con el protagonista: Virgil Starkwell, un violonchelista sin talento ninguno que se dedica en cuerpo y alma a la concepción del delito que le permita vivir honradamente el resto de sus días y que, por unas horas, sin efectos secundarios graves y a lo largo de su periplo penitenciario, una tarde se convirtió en un rabino.
Allan Stewart Konisberg, de profesión sus neuras, nació el primero de Diciembre de 1935 en el barrio de Brooklyn de la ciudad de sus amores: la populosa Nueva York. De físico inconfundible y con un sentido del humor aventajado, se lanzó en 1969 -mientras sus compatriotas iniciaban la conquista del espacio- a la conquista de todos nosotros, iluminándonos sin tregua desde entonces y desde su metro sesenta y cinco con joyas pequeñas como TOMA EL DINERO Y CORRE o con joyas grandes como Manhattan o Annie Hall.
Sí tiene argumento TOMA EL DINERO Y CORRE, y sí: es una sucesión de gags. Y que tenga argumento TOMA EL DINERO Y CORRE y sea a la vez una sucesión de gags sólo puede significar una cosa viniendo de Woody Allen: diversión.
Ahí tiene el espectador a Virgil Starkwell, artista sin chispa en busca de un golpe de fortuna. A Virgil Starkwell, que durante unas horas se convirtió en un rabino y en el que durante un tiempo se convirtió Woody Allen para empezar a iluminar al mundo desde su escaso metro sesenta y cinco.
Salve, señor Konisberg.
PROT
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