Verdaderamente cuando me enteré del final, pensé que lo había hecho aposta, como cuando robó un sandwich de 6$ llevando 36.000$ en el coche. Sería su último reto, motivación, juego con el que poner colofón a una vida en la que ya no le quedan cosas que probar ni nada más que vivir, confesar el crimen pero alegando que el audio se había obtenido de forma no autorizada que la prueba quedara descartada. Pero en el contexto con el que se desarrolla el último episodio ves que no. Por otro lado ver como se zafa de la prueba más directa e incriminatoria me ha hecho pensar en el polígrafo y en el porcentaje de personas que pasarían la prueba logrando ocultar una mentira. Lo del baño fue el desahogo de una persona acostumbrada de relatar sin inmutarse la mentira una y otra vez, esta vez tras una situación embarazosa. En realidad los propios abogados sabrían de su culpabilidad al reconocer que le dijeron que hay cosas que no le interesa contar para no salir culpable. Eso le hace reflexionar a uno acerca de la justicia estadounidense y el resultado es pasmoso al comprobar como queda absuelto por unanimidad de un cargo que lo acusa de matar y descuartizar a una persona. ¡Como están las cabezas!