Madre mía, que yo no sabía cómo era Predator, que me lo imaginaba siempre con ese casco-cabeza y su pelo rasta, ingenua de mi. Vaya monstruo. Vaya cara, vaya boca... Sí, seguramente te estarás preguntando dónde me he metido yo durante treinta años para que me encuentre en esa completa inopia, pero, en fin, son cosas que pasan. El caso es que voy yo y veo «Depredador» de John McTiernan por primera vez a fecha de 2014.

¿Y sabéis algo? Pues que me ha gustado: una jungla, cuarenta minutos de McGuffin engañoso y encajado de maravilla, un grupo de soldados simpáticos, una criatura desconocida y Arnold Schwarzenegger en su apogeo. La media hora final es categórica en la acción, la tensión y la resolución del conflicto, con un Arnold que hasta ese momento parece uno más y sin embargo lo es todo. A esto añadámosles unos acertados efectos especiales y una idea principal con el suficiente gancho como para que te atrape desde el inicio.

Los demás aspectos técnicos no son nada del otro mundo, pero con sus virtudes bien explotadas, «Depredador» logra su hueco en la cultura popular y cinéfila. El insondable espacio exterior a un paso de ti.