... es un muñeco. Poseído, asesino, con mala uva, con ganas de venganza... pero es un muñeco. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que... ¡es sólo un muñeco!

No se levanta un metro del suelo, es de trapo, un renacuajo pelirrojo que no tiene mucho margen de maniobra para sus maldades teniendo en cuenta que es, y me repito con toda intención, un muñeco para niños. Es cierto que Tom Holland consigue mantener la credibilidad durante la primera parte de película, ya que el factor sorpresa es fundamental para sus crímenes, pero no es menos cierto que, una vez descubierto el pastel, es un tanto exagerado el desmadre que el muñeco (repito) produce. Ante estas reflexiones, alguien cercano me contestó que a mi el muñeco me ganaría, cosa que, a parte de hacerme muchísima gracia, no voy a poner en duda porque no me fío de mi misma si de acción hablamos, aunque tengo mis reservas: se le puede dar patadas, romperlo, quitarle la cabeza, cogerlo de una pierna y estamparlo contra la pared... Con todo, yo no soy un inspector de policía acostumbrado a sortear el peligro, ¿verdad, Mike Norris? Vaya ridículo hace el personaje de Chris Sarandon.

Sea como sea, «Muñeco diabólico» es realmente curiosa y amena, no vamos a negarlo. Ya sólo por ver cómo el muñequito cobra vida o el monísimo Andy es víctima de su «amigo para siempre», vale la pena echarle un vistazo a este clásico del terror que no da nada de terror. Sí, pero es que es tan rara...