Hace varios años leí un fragmento de la novela y confieso que me encantó. En ella, el protagonista desmenuzaba fonéticamente el tan mítico nombre de Lolita hasta parecer que toda la boca se te llenaba con las sílabas y los sonidos. Desde entonces he querido leerla y ver la película. He empezado por el cine y seguiré con la novela, a ver qué me depara Nabokov.

Kubrick, de momento, no me ha llamado mucho la atención. He de decir que Sue Lyon es una preciosidad de niña, pero su personaje es horripilante. Viéndola, me pregunto a qué hombre en su sano juicio le puede gustar o se puede llegar a enamorar de semejante renacuaja con ínfulas de mujer fatal, antipática y desabrida. Por momentos parece padecer alguna psicopatía debido a su carencia de afectividad y de conciencia, así que el panorama no es muy alentador. Yo creo que una Lolita más ardiente, más coqueta y más juguetona, siempre con un punto de manipulación y perversidad, hubiera sido verdaderamente seductora. También hubiera sido verdaderamente escandaloso.

Claro que el argumento lo es de por sí. No hace falta que pongan escenas de cama para darse cuenta de que lo hay entre Lolita y Humbert no es nada limpio, y que esos «juegos» (magnífica escena la del hotel) tienen que tener un alto contenido sexual. Teniendo en cuenta que el caballero le triplica la edad, me desagrada un tanto que a él se le trate de presentar como víctima, cuando en realidad bien que se aprovecha. Aunque, bueno, desagradar, desagrada toda la historia: por Peter Sellers y su descarado Quilty, por Lolita y sus absurdos tejemanejes, por lo que le sucede a la encantadora madre de Lolita y por el propio Humbert, un tipo que mezcla tendencias agresivas con la más asquerosa servidumbre. Los actores, eso sí, estupendos.

Kubrick como director, sin pegas, la verdad. Creo que todo lo raro que pueda aparecer, es a conciencia, así que consigue lo que pretende. Echo en falta que se alargase más la estancia de Humbert en la pensión, con ese triángulo con la madre y con la hija, y su enamoramiento hacia la niña. Sin duda es lo que podría haber dado más de sí. El final, con todo, me parece bastante justo.

Así pues, entre una cosa y otra, se hace pasable, quizás en parte por lo que uno se imagina detrás de las imágenes y los diálogos. Además, Sue Lyon en bikini sobre el césped del jardín es, con todo mérito, un icono indiscutible. Irradia belleza por los cuatro costados.