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Voto de Kaori:
4
19 de mayo de 2013
7 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre he creído que el orgullo en una mujer es una virtud más que un defecto. Pero no el orgullo tozudo, soberbio, egoísta, ciego y dictatorial que representa Julie Marsden, alter ego de la reina Jezabel, personaje bíblico con quien, sinceramente, tampoco es que le vea demasiadas similitudes. Al menos Jezabel era inteligente.
Bette Davis, que no es guapa ni aunque se ponga esos favorecedores vestidos, bien rojos, bien blancos, y con unos ojos que son feísimos por mucho peloteo que le hagan, acomete una interpretación correcta y sincera de una Julie radical y absolutamente insoportable. Ese tipo de personas, no ya mujer ni hombre, sino personas que son como bichos, que repelen, que caen mal en la primera impresión, y en la segunda, y en la tercera. El carácter de Julie nada tiene que ver con las costumbres del Sur y el deseo de rebelión femenino, visión que pretende dar entidad y justificación tanto a la película, como al personaje, pero que se aprecia enseguida que es falso. Si Jezabel viviera en el siglo veintiuno, haría lo mismo, las mismas desfachateces, las mismas manipulaciones, la misma altivez, por simple condición humana, no por ideología. No es más que una señorita con ínfulas de reina, y no es ni princesa.
La historia se desenvuelve con interés, aunque con recelo, porque se sabe como a la media hora que la cosa no puede acabar bien, sea cual sea el desenlace. Al final nos quedamos con un palmo de narices porque la resolución no es que deje puertas abiertas, sino que directamente es un agujero que no explica nada en realidad. Henry Fonda empieza muy bien, pero termina desapareciendo a favor de otros personajes, lo cual es una lástima.
En fin, melodrama justito.
Bette Davis, que no es guapa ni aunque se ponga esos favorecedores vestidos, bien rojos, bien blancos, y con unos ojos que son feísimos por mucho peloteo que le hagan, acomete una interpretación correcta y sincera de una Julie radical y absolutamente insoportable. Ese tipo de personas, no ya mujer ni hombre, sino personas que son como bichos, que repelen, que caen mal en la primera impresión, y en la segunda, y en la tercera. El carácter de Julie nada tiene que ver con las costumbres del Sur y el deseo de rebelión femenino, visión que pretende dar entidad y justificación tanto a la película, como al personaje, pero que se aprecia enseguida que es falso. Si Jezabel viviera en el siglo veintiuno, haría lo mismo, las mismas desfachateces, las mismas manipulaciones, la misma altivez, por simple condición humana, no por ideología. No es más que una señorita con ínfulas de reina, y no es ni princesa.
La historia se desenvuelve con interés, aunque con recelo, porque se sabe como a la media hora que la cosa no puede acabar bien, sea cual sea el desenlace. Al final nos quedamos con un palmo de narices porque la resolución no es que deje puertas abiertas, sino que directamente es un agujero que no explica nada en realidad. Henry Fonda empieza muy bien, pero termina desapareciendo a favor de otros personajes, lo cual es una lástima.
En fin, melodrama justito.