A Phillips, más concretamente. Y no por el asesinato sino por su estupidez. Si eres como eres, no te metas a hacer lo que haces para, de paso, hacerle las puñetas a los demás. Lo dicho: que lo detengan.

Lo más destacable de «La soga» es su factura técnica, algo que salta a la vista y que ya muchos otros usuarios han comentado perfectamente. Hitchcock hace una dirección de lo más solvente e incluso creativa, consiguiendo rodar en pantalla una obra de teatro, cosa que me gusta. La historia no es para echar cohetes, y hasta está un poco cogida con pinzas, pero el hecho es que, pese a sus limitaciones de espacio, ni aburre ni resulta repetitiva.

Lo segundo más destacable es el mensaje. Para entender al psicópata Brandon hay que remontarse a las clases del listillo profesor Rupert, que tiene ideas bastante interesantes sobre la humanidad. Ideas que calan y marcan la personalidad de nuestros protagonistas. Ideas que hablan de una superioridad intelectual rechazando toda moralidad. Dado este planteamiento, cualquier cosa es posible, y Brandon da el paso. Luego, claro, Rupert se lava las manos y mira para otra parte, pero ¿acaso no es también responsable? ¿Cómo, me pregunto al escuchar su cobarde discursito, debemos interpretar sus enseñanzas? ¿Cómo?

Así pues, el desenlace es descafeinado, precisamente porque evita una verdadera reflexión sobre el origen del mal, del crimen o incluso sobre la culpa, quitándose el problema de encima a golpe de corrección política. Una pena, pero igualmente interesante como simple thriller.