Musical animado de estética sorprendente dirigida por un tal Henry Selick, director que debe de sentirse hundido en la miseria. A estas alturas, nadie le recuerda, y la fama, no entiendo por qué, se la ha llevado toda, toda, toda el rarito de Tim Burton, a quien ni siquiera se nombra en la ficha de la película. Pongamos a cada uno en su lugar, así que, por favor, reconozcamos los méritos de Selick, quien supo conjugar música e imagen e imprimir también un estilo propio; estilo que ya no sé a quién pertenece de los dos. Sospechoso.

Sea como sea, «Pesadilla antes de Navidad» tiene un planteamiento interesante y un cuarto de hora inicial de mucho garbo. La canción es pegadiza y el mundo monstruoso y negruzco que se nos muestra posee verdadera magia. La Ciudad de Halloween se engalana celebrando su fiesta, no sabemos en qué plano de la realidad, pero sospechamos que en algún lado de este mundo nuestro. El rey de esta Ciudad es Jack Skellington, un (sí, claro) esqueleto en teoría apuesto magníficamente doblado por Antonio Miguel Fernández Ramos y Tony Cruz en las canciones; dos voces varoniles y potentes que susurran de maravilla. Este... señor empieza a sentir que en su vida falta algo, algo bueno y noble, y mientras en esas está, se topa con la Ciudad de la Navidad.

Ideas como el arrepentimiento, la búsqueda de un verdadero hogar o el anhelo de lo espiritual que nos defina y nos haga mejores, no existen en esta historia, así que no nos hagamos ilusiones. Realmente, «Pesadilla antes de Navidad» contiene muchas pesadillas pero poca belleza en el más amplio sentido de la palabra y nada de emociones y sentimentalismo, quizá pensando que el corazón no merece tantos desvelos. Al final, la película te deja una sensación como de indiferencia, y lo que más recuerdas es el Oogie Boggie, sus juegos mortíferos y su estupenda canción.

Original, desde luego, pero sin demasiado contenido. Se ve, que ya es bastante.