Nunca un vestido ha dado tanto de sí. Marilyn luce en «La tentación vive arriba» su imagen icónica por excelencia, con vestido blanco y la falda al viento. No es la actriz más guapa, cierto, pero puede que sea la que derrocha más carisma.

Ella, que es «tan tonta», viene a solucionar, aun sin proponérselo, los problemas de autoestima y, por lo tanto, conyugales del matrimonio Sherman. Este señor es cualquier cosa menos apuesto y atractivo, aunque, según esta vecina de nombre desconocido, las mujeres los preferimos así, pero buena gente. Sin ánimo de ser políticamente correcta, yo creo en el fondo tiene razón. El guapito arrogante puede deslumbrarte al principio, pero a la larga será el más noble quien terminará interesándote. Claro que si une ambas cualidades, mejor que mejor, ¿no?

La película resulta simpatiquísima incluso y a pesar de sus desfases (como las bofetadas a la enfermera). De hecho, las fantasías y las paranoias de Richard son lo más divertido de la historia, aunque la visión de macho que nos ofrece la película deja mucho que desear. ¿Es que la infidelidad viene en los genes?

En fin, que me he reído viéndola y la he disfrutado lo suficiente como para recomendarla en una noche cálida de verano. Interesante.