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España España · Málaga
Voto de Kaori:
3
Romance. Comedia Max Skinner (Russell Crowe), un experto en inversiones viaja desde Londres hasta Provenza para vender un pequeño viñedo que ha heredado de un tío al que estuvo muy unido en su niñez. Lo que no esperaba en absoluto es que éste fuera el punto de partida de un estimulante capítulo de su vida. (FILMAFFINITY)
14 de diciembre de 2012
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo no entiendo porqué, de verdad, porqué un director como Ridley Scott y un intérprete como Russell Crowe se meten en estos terrenos. Supongo que uno tira del otro y, deseando hacer cosas nuevas, hacen «Un buen año», comedia para hombres de pelo en pecho que quieren, al igual que nosotras las mujeres, encontrar el verdadero amor.

Diría que el principal fallo es la trama, que no tiene contenido y, lo que tiene, resulta manido y con un humor no muy acertado, puesto que no hace gracia. Las anecdóticas andanzas en la campiña francesa, idílica y maravillosa, parecen tener encantado al tiburón de las finanzas Max Skinner, para quien, sorprendentemente, no supone ningún problema cambiarse el traje por unos sucios pantalones ni abstenerse de las comodidades de la gran ciudad. Eliminado, pues, este contraste que siempre da mucho juego, nos queda una historia de amor tan simple como cualquier otra y un mensaje final que recomienda tomarse la vida con más calma y menos ambición. Claro, que la cosa tiene truco: Scott nos propone elegir entre ser millonario y vivir solo y sin tiempo libre para nada; o disfrutar de una familia y de los placeres de la vida... y ser millonario. Vamos, que hay que ser mu’ tonto para pensárselo.

Sea como sea, advierto que a mi esa dicotomía ciudad/campo no me convence en absoluto. ¿Por qué la urbe tiene esa mala prensa? Me niego a que representen la ciudad como una cosa gris, fría, inhumana y vacua, donde uno no puede encontrar la auténtica y limpia felicidad. Pues no. Como enamorada de las ciudades que soy, rompo una lanza a favor de los adoquines, los edificios nuevos y viejos; por los cines, los barrios, las cafeterías, los pequeños comercios, los centros comerciales, las estaciones, los aeropuertos, las avenidas, los espectáculos, los teatros, las luces de Navidad, los vecinos de la otra calle, las risas en medio de la noche, los bares, los restaurantes, los olores indescifrables, las fuentes y los semáforos. Y, sobre todo, por la vida, la múltiple e inagotable vida, que se respira en ellas.

La película tira a regular. No salió bien la cosecha.
Kaori
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