Vivimos tiempos duros para criar un niño. Tiempos en que las clases trabajadoras no tenemos ni pasta ni tiempo para disfrutarlo con el peque de la casa. O sí?
Cuando uno se propone traer a una criatura al mundo ha de preguntarse antes si será capaz de dar la talla. Me explico: en mi época los padres(no no voy a generalizar) mi padre, no se preocupo de darme ni un solo momento para recordarlo como a mi me hubiera gustado. Una tarde de cine y palomitas, quizá una salida a Burger King o al bar de Pepe, eso da igual. Se centró en amasar dinero a costa del sudor de mi madre y tirar millas para después enaltecer el trabajo cada dos frases. Sé que mi madre hubiera sido una buena madre, pero no tuvo tiempo, siempre estuvo trabajando. Él nunca lo fue.
A día de hoy me pregunto qué es ser un buen padre. Comprar unas zapatillas caras? Comprar un videojuego aún más caro? Quizá. Pero prefiero pensar que tener un alma de 3 años en mi haber es más bien compartir y enseñar lo poco que quise aprender de ellos y lo mucho que aprendí por mi cuenta.
Todo esto a cualicion de esta maravilla Pixar que, como siempre, es una obra para ver con un cerebro puro y despertar su curiosidad mientras que al papi o la mami le sobrevienen las ganas de llorar cada cuarto de hora. Porque son pelis de reflexión, de preguntar que fueron de aquellos juguetes y aquellas ilusiones y como todo se fue diluyendo entre obligaciones de todo tipo desde el minuto uno del uso de razón.
Llegados a este punto solo descubrirme una vez más ante tamaños genios del séptimo y esperar la próxima.
Los momentos para que el día de mañana se sienta orgulloso por haberlos compartido conmigo eso quiero darle. Y si no me quedan más huevos también esas Nike caras que llevará algún Trapero en el futuro.