Por las puntuaciones de valoración que antecedieron a la mía, podría decirse que de pronto soy un poco exagerado en mi calificación. Tal vez. Sin embargo, pienso que ejercicios como éste, donde priman los diálogos inteligentes, con un guión serio, claro, sin pretensiones mayores a la de brindar un brillante duelo interpretativo, merecen la mayor admiración, y más si en lo actual abunda por su ausencia. Y por lo anterior, me sigo preguntando, el porqué tan desconocida o poco valorada esta cinta, donde el trío protagonista hace gala de su mayor capacidad interpretativa, donde tal vez, Herbert Marshall, es el único que queda un poco opacado más que nada por el inigualable performance de sus compañeros de reparto en estado de gracia, siendo su rol el de suertuda víctima del amor de dos grandes mujeres: Crawford, escritora exitosa que plasma en su última obra sin terminar, las vivencias de su propia experiencia como amante enamorada de un hombre casado, que a la postre es su propio editor; Garson, bella esposa, que tranza un poco de su dignidad a sabiendas de las infidelidades del marido en cuestión para solventar un matrimonio unido con pinzas; y Taylor, como abnegado enamorado que crea todo un plan para desenmascarar al oportunista que quiere quitarle el amor de su vida. Los tres están sensacionales, y a base de puro oficio del más depurado, logran llevar a buen puerto esta historia, de la mano de un director, como Robert Z. Leonard que supo sacar el mejor provecho de las bondades brindadas por las leyendas que tenía bajo su mando. Algo de humor, algo de drama, mucho de actuación de la buena y que finalmente no defrauda. Crawford, Garson y Taylor, dan muestra de lo grandes que eran, con una química mutua evidente y un carisma de leyenda. Para qué más.