Dulce y sencilla comedia donde se destaca la versatilidad de un actor, como James Cagney, que generalmente fue encasillado en personajes oscuros y rudos con una moral ambigua, y proclives a la violencia. Por eso, es agradable verlo en papeles singulares como éste, fuera de su registro habitual y comprobar lo bien que lo hacía. Además, si va acompañado por la siempre tierna, bella e inmensa Olivia de Havilland, como soporte y compañera del personaje principal, y una Rita Hayworth, pícara e interesada, mostrando luces de su poderosa presencia que la harían leyenda; con Walsh como director, son cartas de garantía indudable para contemplar esta pequeña joya, un tanto infravalorada, por lo que me he podido dar cuenta. Valores como el amor, la amistad, la superación personal con la particular visión del realizador para mostrar que la felicidad no está en la riqueza, son los principales puntos de la cinta, mezclados con un toque de humor fino y romanticismo suave. Olivia y Rita, ejemplifican dos tipos de bellezas distintas que hacen juego y complementan el tinte feminista, con virtudes y defectos, inherente en la película, que la hacen muy disfrutable y agradable. Film, sencillo, sin pretensiones gigantes, que cumple su función de mostrar dignidades y carencias, soportadas en ese trío grandioso e irrepetible.