La Edad Dorada de la Televisión
"Juego de Tronos" es la primera entrega de una saga demominada "Canción de Hielo y Fuego", un pequeño milagro en los tiempos que corren.

Se trata de un relato que enseguida compararán con "El Señor de los Anillos", si bien son bastante diferentes. Mientras que en la obra de Tolkien la fantasía era el motor de todo, aquí se muestra con cuentagotas, ya que lo verdaderamente importante son los personajes. Y qué personajes.

Sin un claro protagonista, la trama se centra en la lucha (bien a espada, bien conspiratoria) por el poder de Poniente (inspirada en la Inglaterra feudal), donde varios casas señoriales se enfrentarán para alcanzar el trono. También existe más al norte el Muro (álter ego del Muro de Adriano) o los salvajes dothrakis (inspirados en los hunos de Atila). Y, sobre todo, están los Stark (nobles señores del norte) y los enriquecidos Lannister (ambos inspirados en la Guerra de las dos Rosas de la Edad Media inglesa). Hay muchas más, y aunque al principio uno puede perderse en un mar de nombres de personajes, no cuesta mucho acostumbrarse y enamorarse de todos.

Porque lo mejor de la serie, entre sus muchísimos méritos, está el hecho de que ningún personaje es del todo malvado ni, desde luego, del todo benigno. Todos juegan lo mejor que pueden las cartas que el destino pone en sus manos: traición, incesto, guerras, bodas de conveniencia, seres sobrenaturales... Ni siquiera las criaturas más inocentes (ancianos, niños, doncellas) están a salvo de tan despiadado juego. Posee, además, un tratamiento del sexo y la violencia que la acerca más al público adulto que otras series como "Camelot" O "Merlin".

Son tan rico en matices cualquiera de los personajes de "Juego de Tronos" que podrían ser protagonista de su propia serie. Conforme va transcurriendo el relato, se profundiza más en ellos, ya que cada uno esconde historias y secretos que nos harán cambiar de opinión. Mención especial para los personajes femeninos, muy lejos de ser simples damiselas esperando a que las rescate su caballero andante. Son tan importantes como sus homólogos varones, imprescindibles en el desarrrollo de los acontecimientos y con un peso considerable.

Obra mayúscula, de obligada visión. No se la pierdan.