Contraste al máximo es lo que tiene esta famosa producción anime, pero claro, es japonés, es anime, ¿qué esperas? Pues algo raro de narices, desde luego.

Con una animación prodigiosa para su época, algún momento íntegramente realizado por ordenador que no molesta, sabiendo para qué se utiliza, y una idea principal de verdad genial (y de la cual, la obra maestra de los Wachowski bebe y bebe y vuelve a beber), se nos presenta una obra cuya corta duración se alterna entre una liviandad tremebunda y una pesadez mayor que la de una vaca en brazos. Uno se espera por las primeras escenas, que lo que verá a continuación será una frenética pinícula de acción realmente bestia e hiperbólica, con esas balas que son capaces de reventar cabezas de forma similar a un Scanner, y persecuciones emocionantes, y vamos, espectacularidad al máximo. Pero no. De estas escenas tan genialmente realizadas hay más bien pocas, por desgracia. El resto del metraje se pierde en interminables conversaciones, pocas de ellas explicando la situación contextual en que se inscribe el filme (habemus lenguaje gafapasta), y un montón perdiéndose en interminables monólogos sobre a humanidad, la personalidad, el alma, la tecnología... y esas cosas.

Personalmente, me gusta que en una película, la historia se anteponga al mensaje. Me gusta que éste aparezca de forma sutil en los diálogos y en las acciones de los personajes y esas cosas, que no se nos presione a reflexionar en tal o cual razonamiento o fumada del director y del guionista y de todos los que allí participaron. Pues aquí ocurre justo lo contrario, la historia apenas ocupa una mínima parte del metraje, de una forma bastante secundaria, además, mientras que las reflexiones filosóficas de los protagonistas inundan las páginas del guión. Uno empieza a pensar, pero en serio, me cuesta horrores entender qué carajo me quieren contar siempre con tanta tontería ininteligible y un poquillo resacosa. Respuestas a preguntas que sólo se aparecerán en tu cabeza cuando estés en mitad de un parque con los colegas y se te haya acabado ya el mini de ron con limón, o lo que sea que bebas. ¿De qué me sirve tanta parida entonces, si suelo ver cine en estado sobrio y sereno?

Pues eso, que realmente aburrir no aburre, tiene momentos realmente espectaculares, ha sido buena influencia para películas posteriores, y la animación es genial. Pero eso sí, para disfrutarla del todo, uno se tiene que fumar antes unos petas, porque si no... entenderla va a ser complicado, que te interese lo que te cuentan, más aún. Y que vamos, que puedes ir a cualquier facultad de filosofía a pedir recomendación sobre con qué es mejor acompañar eso. Supongo que Kant tendrá una droga perfecta, Aristóteles otra, Ortega otra... pues Oshii, Ito y Shirow no serán menos.