Kon-Tiki nos muestra una historia real, una de esas que en su planteamiento suponen mofa, que en el hincapié de su decisión se tachan de locura, pero que con necesarias porque suponen un antes y un después en diversas teorías.
Y Thor fue ese loco que tomó el mando, o ese genio que cambió las percepciones.

La película podríamos dividirla en tres partes; una presentación, a modo de percepción social sobre las intenciones de nuestro protagonista. Un desarrollo amplio, como la inmensidad del mar, y la verdadera esencia de la película. Y un desenlace sencillo pero que es como el último suspiro tras contener la respiración, la guinda del pastel.

Mención especial a la imagen de la película. Un mar creíble, inmenso, sin tregua. Animales considerablemente bien recreados, sin ningún complejos ante las superproducciones actuales a golpe de efectos.
La actuación del sol, de la sal, y de la alimentación en los personajes, sublime también.
Tensión por momentos, reflexión por otros...

Y unas actuaciones sencillas en cuanto al contexto pero que consiguen lo que se pretende.
Es una película que enseña, que hará que no olvides ese pedazo de la Historia que has visto.

¿Cuál es entonces la única pega (en opinión personal)?
Pues que no en todo momento consigue transmitir como debiera la magnitud de la situación, y a veces se precipita suprimiendo buena parte del trayecto.
En otras palabras, no termina de profundizar en el trato de los personajes entre sí, o en su modo de resolver las situaciones o simplemente sobrevivir.
Se alimenta de muy buena puesta en escena, cautivadora, pero sin atreverse a mirar en profundidad.