Haz click aquí para copiar la URL
España España · Santiago de Compostela
Voto de neuromante:
6
Drama Kanji Watanabe es un viejo funcionario público que arrastra una vida monótona y gris, sin hacer prácticamente nada. Sin embargo, no es consciente del vacío de su existencia hasta que un día le diagnostican un cáncer incurable. Con la certeza de que el fin de sus días se acerca, surge en él la necesidad de buscarle un sentido a la vida. (FILMAFFINITY)
7 de febrero de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué harías si te dijeran que te quedan seis o como mucho un año de vida?. Ese es el punto de partida de esta historia. El protagonista: un hombre maduro, que lleva treinta años trabajando como funcionario en un ayuntamiento de una gran ciudad japonesa. Tiene un cáncer de estómago terminal y pronto lo sabrá. Si eso no fuera suficientemente dramático, el protagonista (excelente el actor Takashi Shimura) se nos presenta como alguien que no ha aprovechado su vida, que no ha vivido, dedicandose por completo a su trabajo rutinario, aburrido e ineficaz de funcionario, mirando continuamente su reloj; un hombre gris, hastiado y alienado que no ha disfrutado de los placeres, grandes o pequeños, de la vida. Así que el drama está servido. Como cualquier ser humano en esa dramática, final e irreversible situación toma consciencia de si mismo.
Me ha costado ver esta película, tanto que la vi en cuatro veces. Recomendada por mis almas gemelas y calificada como una de las mejores de 1952, sin embargo, me ha dejado frío. Me ha parecido excesivamente larga, aburrida y falta de ritmo y emoción. Sé que muchas veces, el cine asiático, como el japonés, es sosegado y transcurre lenta y plácidamente, reflexionando sobre cuestiones vitales. Soy capaz de disfrutar de ese discurso y de ese cine, pero en el caso que nos ocupa no ha sido así. Las peripecias vitales, esta crónica de una muerte anunciada, no me ha conmovido.
Reconociendo que no he disfrutado de su visionado, contradictoriamente, me he sentido motivado a escribir sobre ella porque se ha instalado en mis pensamientos. La rebobino constantemente, y ahí, en mi memoria, sí que la disfruto. Contradictorio. Esa virtud, el poso que ha dejado en mí, ha hecho que mi puntuación no haya sido inferior.
Siempre me acordaré del protagonista, de su rostro y de su acitud sumamente humilde y respetuosa, a veces rallando en la sumisión, característica de la cultura japonesa. Hay otros rostros de ancianos japoneses que me han llamado la atención, como cuando están en el velatorio. Siento empatia y simpatia por él, por sus circunstacias y por lo que hace; es difícil no hacerlo. El título de la película no podría ser más acertado y definitorio, Vivir. Nunca es tarde para ser feliz y llevar una vida plena, de hacer actos, grandes o pequeños, que añadan algo positivo a este mundo de por sí complejo, difícil y a menudo injusto y que nos hagan más dignos.
neuromante
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow