La carrera de Woody Allen, dejando a un lado sus últimas creaciones, podría dividirse en tres etapas: Una primera en la que sus películas eran una sucesión de gags geniales y Allen va creando su personaje neurótico, inseguro, de respuesta afilada y brillante y cargado de simpática ironía ("Toma el dinero y corre", "Bananas", "El dormilón"). Otra segunda etapa en la que se hace ya un verdadero cineasta. Sus películas no son siempre acertadas y repite demasiado la misma fórmula aunque, eso sí, nos deleitará con ese cuento precioso llamado "La rosa púrpura del Cairo". Y una última etapa, en la que Allen sigue haciendo probaturas pero, nos regala tres excelentes películas: "Misterioso asesinato en Manhattan", "Granujas de medio pelo" y "La maldición del escorpión de Jade", donde combina con maestría la comedia clásica con el gag desternillante y, se nos ofrece él mismo, más contenido pero igual de hilarante.
"Toma el dinero y corre" nos cuenta la historia de Virgil, un delincuente de poca monta al que todos repudian, incluso sus padres, que van contando episodios de su adolescencia ocultos tras unas gafas y una nariz postizas.
Es la primera película que dirige Allen y, por supuesto, una continua sucesión de gags absolutamente geniales. Claro, si a ello le unimos el físico de Allen y, sobre todo, "esa cara y esos pelos" el resultado es, el de carcajearse a mandíbula batiente toda la película.
Muchos críticos no "darán importancia" a "Toma el dinero y corre", pero yo se la doy, y mucha, a todas las películas que me hacen llorar de risa.