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Voto de el chulucu:
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Drama
Hoy se crían sin ley en la calle. Mañana estarán en el corredor de la muerte. El Padre Edward Flanagan (Spencer Tracy) se propone romper ese ciclo maldito y entrega su vida y su fe a crear una escuela para chicos marginados que se convertirá en todo un modelo de esperanza. (FILMAFFINITY)
10 de enero de 2013
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Claro, los realistas, pesimistas, derrotistas y demás -istas de carácter negativo pondrán el grito en el cielo y exclamarán: "¡Esto es imposible!", "¡qué película tan ñoña!", "¡eran otros tiempos!"... Sí, eran otros tiempos, más duros y difíciles y, mira por donde, todos sus argumentos se les vienen abajo porque resulta que el padre Flanagan existió, como existió su "Ciudad de los muchachos" y como siempre existirán personas maravillosas tocadas por la mano de Dios cuya máxima preocupación sea la de ayudar a los más desfavorecidos de una manera absolutamente desinteresada.
Norman Taurog, que era un director listo, sólo necesitó darle un buen ritmo a la historia y comprender que nadie había mejor que el gran Spencer Tracy, con todo su carisma y bonhomía, para interpretar al bueno del padre Flanagan. Con sencillez, con naturalidad. Repitiendo constantemente aquello de: "ningún muchacho puede considerarse malo". Y cuanto más lo dice más nos damos cuenta de que quizás tenga algo de razón y que son los padres, los educadores y los condicionantes sociales y económicos que rodean al chiquillo, los verdaderos culpables de de que fracase esa "forja de hombres". Ya lo decía Pitágoras: "Educa bien a los niños y no será necesario castigar a los hombres".
Norman Taurog, que era un director listo, sólo necesitó darle un buen ritmo a la historia y comprender que nadie había mejor que el gran Spencer Tracy, con todo su carisma y bonhomía, para interpretar al bueno del padre Flanagan. Con sencillez, con naturalidad. Repitiendo constantemente aquello de: "ningún muchacho puede considerarse malo". Y cuanto más lo dice más nos damos cuenta de que quizás tenga algo de razón y que son los padres, los educadores y los condicionantes sociales y económicos que rodean al chiquillo, los verdaderos culpables de de que fracase esa "forja de hombres". Ya lo decía Pitágoras: "Educa bien a los niños y no será necesario castigar a los hombres".