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Voto de Ferdydurke:
6
3 de septiembre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Runaway. Hasta luego, cocodrilo. Dazed and Confused. La mejor juventud. The Warriors. El club de los cinco o de los poetas muertos. Verano del 42 o tal vez del 62.
Está bien. Historias cruzadas en la última ¡jo, qué noche! o película; retrato de tipos humanos tan jóvenes, apenas chavales, música y coches, baile y famosas canciones, la edad de la inocencia y el momento de la verdad, arquetipos y leyenda. El tono es acertado, entre lírico y chusco, nostálgico y rutinario, elegíaco y obvio, poético y prosaico; un realismo objetivo, piadoso y cariñoso, con un leve sentido del humor y cierta melancolía retrospectiva, homenaje a aquellos maravillosos años, justo antes de la edad adulta, cuando todavía todo era im/posible.
Superficial y profunda a la vez, tópica y aquilatada, esencial, hermosa. Es una más de todo ese tipo, muchachada nui haciendo el cabra o dame un instituto norteamericano y moveré el mundo, pero es, probablemente, la mejor de todas ellas.
Está bien. Historias cruzadas en la última ¡jo, qué noche! o película; retrato de tipos humanos tan jóvenes, apenas chavales, música y coches, baile y famosas canciones, la edad de la inocencia y el momento de la verdad, arquetipos y leyenda. El tono es acertado, entre lírico y chusco, nostálgico y rutinario, elegíaco y obvio, poético y prosaico; un realismo objetivo, piadoso y cariñoso, con un leve sentido del humor y cierta melancolía retrospectiva, homenaje a aquellos maravillosos años, justo antes de la edad adulta, cuando todavía todo era im/posible.
Superficial y profunda a la vez, tópica y aquilatada, esencial, hermosa. Es una más de todo ese tipo, muchachada nui haciendo el cabra o dame un instituto norteamericano y moveré el mundo, pero es, probablemente, la mejor de todas ellas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El pringado se va a la guerra a morir, es lo que toca, el más valiente/tonto entre mil.
El medroso se hace agente de seguros, le pega al cine de Howard como a un guante, dice una cosa y hace otra, siempre prospera a nuestra vera.
El brillante es escritor finalmente, la duda entre ver la vida desde la barrera o participar en/de ella, el extranjero, el que mira lo que pasa y actúa solo en consecuencia para nutrirse de experiencia o como simple forma de supervivencia.
El kamikaze muere prematuramente joven, rebelde sin causa, James Dean siempre, el más bueno y generoso.
La chica del gafotas es un encanto, se lo traga todo, solo quiere pasar un buen rato.
La del pelirrojo Ron es un poco pesada, pero también buena chavala, maja.
La niña del que tanto corre parece salida de un relato de Carson McCullers o de la de Peck, matar a un ruiseñor.
La de Dreyfuss es un fantasma, una visión, una esperanza, el futuro y su contrario, todo lo perdido, lo que se deja definitivamente atrás, las oportunidades que nunca vuelven, que quedan en el olvido.
Y sale Harrison Ford como importante patán.
Y hasta disfrutamos de un lobo estepario que, por modestia, para mantener el aura intacta, finge no ser quien es.
Está bien montada y narrada.
Fresco impresionista.
American Pie, la canción de Don McLean, es del setenta y dos y esta peli es del 73; en las dos se hace referencia a la muerte de Buddy Holly, en un accidente de avión en el cincuenta y nueve, como sinónimo o símbolo del fin de la buena música (entendida esta como fiesta y liberación, puro gozo encarnado, sin coartadas ni monsergas; dioniso juvenil, sin peso, ligero, alado), y en ambos casos se refieren a un pasado mítico, edénico, una época idealizada o feliz, la que podría situarse entre el fin de la segunda guerra mundial y la muerte/asesinato de Kennedy (al que también se alude en la película), y con él, del reino de Camelot, en el sesenta y tres, lo que supondría unos veinte años (aunque claro, como todo mito, hace agua, solo hay que fijarse, si hablamos solo de los USA, por ejemplo, en la guerra de Corea que se produjo en los años cincuenta o en la guerra fría ya en marcha) de supuesta felicidad, de hecho, la noche de autos que aquí se nos muestra está fechada en el sesenta y dos, justo antes del año del más famoso magnicidio; baile de fechas y referencias que mezcla/sitúa/junta el pasado juvenil de los autores de esta obra con el del contexto histórico como símbolo conjunto del fin de la inocencia y la perdida del paraíso, de la abrupta y cruel, como una bruta hostia inopinada en toda la jeta, llegada de la edad adulta, de la realidad en toda su bestial crudeza.
El medroso se hace agente de seguros, le pega al cine de Howard como a un guante, dice una cosa y hace otra, siempre prospera a nuestra vera.
El brillante es escritor finalmente, la duda entre ver la vida desde la barrera o participar en/de ella, el extranjero, el que mira lo que pasa y actúa solo en consecuencia para nutrirse de experiencia o como simple forma de supervivencia.
El kamikaze muere prematuramente joven, rebelde sin causa, James Dean siempre, el más bueno y generoso.
La chica del gafotas es un encanto, se lo traga todo, solo quiere pasar un buen rato.
La del pelirrojo Ron es un poco pesada, pero también buena chavala, maja.
La niña del que tanto corre parece salida de un relato de Carson McCullers o de la de Peck, matar a un ruiseñor.
La de Dreyfuss es un fantasma, una visión, una esperanza, el futuro y su contrario, todo lo perdido, lo que se deja definitivamente atrás, las oportunidades que nunca vuelven, que quedan en el olvido.
Y sale Harrison Ford como importante patán.
Y hasta disfrutamos de un lobo estepario que, por modestia, para mantener el aura intacta, finge no ser quien es.
Está bien montada y narrada.
Fresco impresionista.
American Pie, la canción de Don McLean, es del setenta y dos y esta peli es del 73; en las dos se hace referencia a la muerte de Buddy Holly, en un accidente de avión en el cincuenta y nueve, como sinónimo o símbolo del fin de la buena música (entendida esta como fiesta y liberación, puro gozo encarnado, sin coartadas ni monsergas; dioniso juvenil, sin peso, ligero, alado), y en ambos casos se refieren a un pasado mítico, edénico, una época idealizada o feliz, la que podría situarse entre el fin de la segunda guerra mundial y la muerte/asesinato de Kennedy (al que también se alude en la película), y con él, del reino de Camelot, en el sesenta y tres, lo que supondría unos veinte años (aunque claro, como todo mito, hace agua, solo hay que fijarse, si hablamos solo de los USA, por ejemplo, en la guerra de Corea que se produjo en los años cincuenta o en la guerra fría ya en marcha) de supuesta felicidad, de hecho, la noche de autos que aquí se nos muestra está fechada en el sesenta y dos, justo antes del año del más famoso magnicidio; baile de fechas y referencias que mezcla/sitúa/junta el pasado juvenil de los autores de esta obra con el del contexto histórico como símbolo conjunto del fin de la inocencia y la perdida del paraíso, de la abrupta y cruel, como una bruta hostia inopinada en toda la jeta, llegada de la edad adulta, de la realidad en toda su bestial crudeza.