Tremenda acumulación de disparates, enormidades, ocurrencias, absurdos, morbos y sucedidos. Pero, la verdad, está entretenida, tiene sus buenos momentos, algunos estupendos diálogos y un apreciable sentido del humor.
Hay directores que optan por la elipsis, la sugerencia o la sutileza, que dejan al espectador pocos pero importantes elementos para que él mismo se pueda construir la historia en su cabeza; Daniel Sánchez Arévalo hace justo lo contrario; satura de información cada escena, convierte casi cada minuto en un pequeño cuento, carga de significados y moralejas cada frase, trata cada plano como si fuera un sketch o una sentencia; este exceso constante acaba cansando, ya que no perdona ni un segundo, no ha lugar para el descanso y el relajo, para la reflexión o la contemplación, no, todo quiere simbolizar algo, iluminar, metaforizar, enseñar, ilustrar, explicar...
Se nota que es el primer largo por dos razones especialmente: por el tono personal, casi confesional, el alma en vilo en cada imagen; y por el intento de decirlo todo, contar la vida, el mundo, los hombres, el universo entero sobre mí en la película; por querer reflejar todo lo que siente y piensa de manera casi desesperada.
Es un drama denso aligerado por agradecidos toques de comedia; en ese sentido destaca Raúl Arévalo, genial. Etura y, especialmente, De la Torre están muy bien; Quim, correcto y Eva Pallarés, más floja con un personaje un tanto repelente.
Interesante pero descompensada película; hinchada, dopada y pesada. Ingeniosa e inteligente pero desmadrada.