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Voto de Ferdydurke:
9
2002
David Simon (Creador), Joe Chappelle ...
8,8
49.441
Serie de TV. Thriller. Drama
Serie de TV (2002-2008). 5 temporadas. 60 episodios. En los barrios bajos de Baltimore, se investiga un asesinato relacionado con el mundo de las drogas. Un policía es el encargado de detener a los miembros de un importante cártel. La corrupción policial, las frágiles lealtades dentro de los cárteles y la miseria vinculada al narcotráfico son algunos de los problemas denunciados en esta serie. Parece inspirarse en series modernas como ... [+]
30 de junio de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kafka y la ficción policial americana se dan la mano. La visión del mundo del escritor checo se alía con el entretenimiento más eficaz y riguroso. Entre "El proceso" y "Canción triste de Hill Street". El ajedrez y el ritmo. El absurdo y el engranaje, la acción y la violencia. La burocracia y la calle. El poder y el (sin) sentido.
Sirve de ensayo esmerado y minucioso sobre el funcionamiento veraz de las profesiones, sobre el ganarse la vida; da "igual" la de policía que la de "ladrón", son las dos caras de la misma moneda; un espejo en el que se reflejan, con sus jerarquías y miserias equivalentes, con jefes insoportables, tensión y trapicheos.
Es, también, un canto al realismo, una especie de homenaje a la narrativa del siglo diecinueve, recogiendo la herencia de escritores tan cruciales como Dickens o Balzac. Retrato, anatomía de una ciudad, Baltimore, se la analiza desde todos los puntos de vista y en todos sus aspectos, desde los bajos fondos hasta las altas miserias, amplio abanico que refleja la totalidad humana. Vemos la batalla épica y pírrica entre los policías y los narcotraficantes, el universo asfixiante y exangüe del muelle, el ominoso y grotesco juego del poder político, la triste y abandonada educación y, finalmente, la moribunda y degradada prensa actual. Mirada caleidoscópica, brillante y exhaustiva, para repetir una misma conclusión: el sistema está podrido, la corrupción es la norma, la anomalía, la excepción, el pequeño triunfo del bien o la honradez, dura poco y es muy escaso.
Lucidez y romanticismo. La primera da luz sobre la perversión de la sociedad, el segundo ejerce de contrapunto, supone un atisbo de esperanza, la lucha orgullosa y pícara de "algunos hombres buenos" que padecen la podredumbre y se rebelan en una pelea inútil pero hermosa, consiguiendo pequeñas victorias, evitando que la oscuridad sea completa.
Hay muchos personajes llenos de humanidad y sustancia, pero en este caso no es lo más importante. Importa más la mirada general: la investigación, el grupo, el método, las escuchas...; un canto a los buenos profesionales, al trabajo bien hecho.
Y no hay que olvidar el humor: constante, necesario y luminoso; un faro que hace soportable, más humano y comprensible un panorama tan desolador e injusto.
Corrosiva sátira sobre los implacables y putrefactos mecanismos del poder: los mafiosos como "almas cándidas" en comparación con los gerifaltes políticos, con el verdadero poder. Nada ni nadie se salva: todas las instituciones se comportan de forma negligente y malintencionada; lo poco bueno que se consigue es a pesar de ellas, logrando superar los enormes obstáculos que ponen. El reino de la estadística y el soborno, del tráfico de influencias, los ascensos pactados, la mentira, la vileza y la cobardía.
Se celebran la complejidad, la ambigüedad y el tono adulto. Se prescinde de tópicos, maniqueísmos y demás bajezas comerciales. Se acerca al documental pero no, hay las "concesiones" narrativas suficientes para que se vea como lo que realmente es, ficción documentada, valiente y necesaria.
Sirve de ensayo esmerado y minucioso sobre el funcionamiento veraz de las profesiones, sobre el ganarse la vida; da "igual" la de policía que la de "ladrón", son las dos caras de la misma moneda; un espejo en el que se reflejan, con sus jerarquías y miserias equivalentes, con jefes insoportables, tensión y trapicheos.
Es, también, un canto al realismo, una especie de homenaje a la narrativa del siglo diecinueve, recogiendo la herencia de escritores tan cruciales como Dickens o Balzac. Retrato, anatomía de una ciudad, Baltimore, se la analiza desde todos los puntos de vista y en todos sus aspectos, desde los bajos fondos hasta las altas miserias, amplio abanico que refleja la totalidad humana. Vemos la batalla épica y pírrica entre los policías y los narcotraficantes, el universo asfixiante y exangüe del muelle, el ominoso y grotesco juego del poder político, la triste y abandonada educación y, finalmente, la moribunda y degradada prensa actual. Mirada caleidoscópica, brillante y exhaustiva, para repetir una misma conclusión: el sistema está podrido, la corrupción es la norma, la anomalía, la excepción, el pequeño triunfo del bien o la honradez, dura poco y es muy escaso.
Lucidez y romanticismo. La primera da luz sobre la perversión de la sociedad, el segundo ejerce de contrapunto, supone un atisbo de esperanza, la lucha orgullosa y pícara de "algunos hombres buenos" que padecen la podredumbre y se rebelan en una pelea inútil pero hermosa, consiguiendo pequeñas victorias, evitando que la oscuridad sea completa.
Hay muchos personajes llenos de humanidad y sustancia, pero en este caso no es lo más importante. Importa más la mirada general: la investigación, el grupo, el método, las escuchas...; un canto a los buenos profesionales, al trabajo bien hecho.
Y no hay que olvidar el humor: constante, necesario y luminoso; un faro que hace soportable, más humano y comprensible un panorama tan desolador e injusto.
Corrosiva sátira sobre los implacables y putrefactos mecanismos del poder: los mafiosos como "almas cándidas" en comparación con los gerifaltes políticos, con el verdadero poder. Nada ni nadie se salva: todas las instituciones se comportan de forma negligente y malintencionada; lo poco bueno que se consigue es a pesar de ellas, logrando superar los enormes obstáculos que ponen. El reino de la estadística y el soborno, del tráfico de influencias, los ascensos pactados, la mentira, la vileza y la cobardía.
Se celebran la complejidad, la ambigüedad y el tono adulto. Se prescinde de tópicos, maniqueísmos y demás bajezas comerciales. Se acerca al documental pero no, hay las "concesiones" narrativas suficientes para que se vea como lo que realmente es, ficción documentada, valiente y necesaria.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Final: el eterno retorno. Aparecen los nuevos Mc Nulty, Omar... El poder funciona de la misma manera y la vida sigue igual. Se purga a los honrados y la noria sigue girando. Nada ha cambiado; las personas son intercambiables, el sistema, permanente.
Personajes: hay un protagonista, Mc Nulty, que peca de malditismo romántico. Es un poco diva y a veces cargante, pero se le perdona por el humor y el dolor. Está lleno de "tipos", desde el mítico Omar, como héroe a la contra, un Clint Eastwood, justiciero, negro y gay, hasta el inolvidable Landsman como orador skakespeareano y adicto a las revistas porno, pasando por el frágil Bubbles, el redimido Pryzbylewski, el absolutamente genial Freamon, los malvados Stringer Bell y Avon....; un sinfín de seres carismáticos y, desde ya, legendarios. Pero si hay que elegir, quizás me quedaría con los verdaderos malos, con la galería de seres más siniestros que nunca se juntaron: el alcalde Royce, el jefe policial Rawls, el inefable Burrell, el recién llegado Carceti y, sobre todo, el rey de reyes..., el senador Clay, uno de los malos más certeros y asombrosos de los últimos tiempos.
El sillón, las esquinas, las borracheras, los homenajes póstumos, las traiciones, el fatalismo, la falta de esperanza, y, en medio de tanta debacle, de tanto saqueo, negrura y pesimismo, se dice que todo no da igual, que los actos tienen consecuencias y que el contexto miserable no sirve de justificación, que se pueden hacer las cosas bien y ayudar, que quizás nada cambie de verdad y la estructura siempre se imponga, pero...?
Personajes: hay un protagonista, Mc Nulty, que peca de malditismo romántico. Es un poco diva y a veces cargante, pero se le perdona por el humor y el dolor. Está lleno de "tipos", desde el mítico Omar, como héroe a la contra, un Clint Eastwood, justiciero, negro y gay, hasta el inolvidable Landsman como orador skakespeareano y adicto a las revistas porno, pasando por el frágil Bubbles, el redimido Pryzbylewski, el absolutamente genial Freamon, los malvados Stringer Bell y Avon....; un sinfín de seres carismáticos y, desde ya, legendarios. Pero si hay que elegir, quizás me quedaría con los verdaderos malos, con la galería de seres más siniestros que nunca se juntaron: el alcalde Royce, el jefe policial Rawls, el inefable Burrell, el recién llegado Carceti y, sobre todo, el rey de reyes..., el senador Clay, uno de los malos más certeros y asombrosos de los últimos tiempos.
El sillón, las esquinas, las borracheras, los homenajes póstumos, las traiciones, el fatalismo, la falta de esperanza, y, en medio de tanta debacle, de tanto saqueo, negrura y pesimismo, se dice que todo no da igual, que los actos tienen consecuencias y que el contexto miserable no sirve de justificación, que se pueden hacer las cosas bien y ayudar, que quizás nada cambie de verdad y la estructura siempre se imponga, pero...?