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Voto de Ferdydurke:
7
6,6
6.887
Aventuras. Acción. Drama
Mientras los 1.500 pasajeros del Poseidón, un lujoso trasatlántico que navega de Estados Unidos a Europa, celebran la Nochevieja, estalla una feroz tormenta y una enorme ola transforma el placentero viaje en una catástrofe que puede acabar con la vida de todos los pasajeros. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estupenda película de aventuras y supervivencia.
Robusta, eficaz y lograda. Con inevitables concesiones, tonterías, sensiblerías y rellenos varios, pero exultante, preñada de vigor narrativo, ideas fuertes, contundencia y poder.
Es como un vía crucis liderado por un reverendo satánico, poco más o menos.
Él es el Personaje; nos lo presentan rápido, van al grano; su tesis es sencilla y clara, sin rodeos ni timideces: Dios no quiere pasividad o debilidad, nos desea valientes y decididos; o lo que es lo mismo: si esperas a que Dios te ayude estás perdido o aviado ("fíate de la Virgen y no corras" diría la versión popular, escéptica y humorística); Dios eres tú, Dios es tu mejor parte, la voluntad, la inteligencia, el ansia viva de supervivencia, el amor, la lucha, la pelea, equivale a no rendirse nunca y, por supuesto, a la solidaridad y la comunión entre iguales, sería, por qué no decirlo, un cura Nietzscheano, un "superhombre" repleto de "voluntad de poder" que desprecia, abomina, la religión entendida como suma infame de hombres borregos, pacientes y cobardes, siempre a la espera eterna y timorata de que alguien actúe por ellos y así les salve el culo, amedrentados por el temor a Dios, incapaces de pensar por sí mismos, medrosos y asustadizos, conservadores y milagreros, cerriles e irracionales. Sería, también, un Prometeo moderno que porta y lleva el fuego sagrado a sus compañeros de desgracia, dándoles de ese buen modo esperanza y luz, razón y valor, criterio y honor; enfrentándose al destino a cara de perro, sin hincar nunca la rodilla, rebelándose con orgullo voraz, cuasi luciferino, pura ira encarnada en carcasa tan crispada y humana.
La trama es sencilla: gerifalte mezquino, miserable a manos llenas, obliga a forzar la velocidad a barco marchito. Poseidón se llama el trasatlántico maldito y Poseidón, el Dios de las aguas y de todos los mares conocidos y por conocer, se da por aludido, observa el gran desaguisado y decide hacerse cargo, tomar cartas en el asunto; reclama sangre, está muy ofendido, sacrificios humanos que le honren y calmen, que el inmenso cabreo le quiten, que le compensen de tener que contemplar, por enésima vez, el pavoroso y calamitoso espectáculo de la codicia y la negligencia, de la frivolidad y la insuperable estupidez del hombre, por lo que les manda una ola asesina, bíblica, bárbara, que viene con hambre atrasada, y les hunde el puto barco, pero les da unas horas de tiempo; a ver qué hacen o inventan, cómo se las ingenian para entretenerle.
Y Hackman, el héroe mitológico, lo tiene claro: ascender, subir, asaltar los cielos, elevarse desde el fango, alzarse del suelo; la mayoría mansa, en cambio, prefiere optar por la dilación ramplona y cagona, por contemporizar y hacer bulto, por matar el tiempo y celebrar de paso un homenaje desesperado al seguidismo más pusilánime y embrutecedor.
Robusta, eficaz y lograda. Con inevitables concesiones, tonterías, sensiblerías y rellenos varios, pero exultante, preñada de vigor narrativo, ideas fuertes, contundencia y poder.
Es como un vía crucis liderado por un reverendo satánico, poco más o menos.
Él es el Personaje; nos lo presentan rápido, van al grano; su tesis es sencilla y clara, sin rodeos ni timideces: Dios no quiere pasividad o debilidad, nos desea valientes y decididos; o lo que es lo mismo: si esperas a que Dios te ayude estás perdido o aviado ("fíate de la Virgen y no corras" diría la versión popular, escéptica y humorística); Dios eres tú, Dios es tu mejor parte, la voluntad, la inteligencia, el ansia viva de supervivencia, el amor, la lucha, la pelea, equivale a no rendirse nunca y, por supuesto, a la solidaridad y la comunión entre iguales, sería, por qué no decirlo, un cura Nietzscheano, un "superhombre" repleto de "voluntad de poder" que desprecia, abomina, la religión entendida como suma infame de hombres borregos, pacientes y cobardes, siempre a la espera eterna y timorata de que alguien actúe por ellos y así les salve el culo, amedrentados por el temor a Dios, incapaces de pensar por sí mismos, medrosos y asustadizos, conservadores y milagreros, cerriles e irracionales. Sería, también, un Prometeo moderno que porta y lleva el fuego sagrado a sus compañeros de desgracia, dándoles de ese buen modo esperanza y luz, razón y valor, criterio y honor; enfrentándose al destino a cara de perro, sin hincar nunca la rodilla, rebelándose con orgullo voraz, cuasi luciferino, pura ira encarnada en carcasa tan crispada y humana.
La trama es sencilla: gerifalte mezquino, miserable a manos llenas, obliga a forzar la velocidad a barco marchito. Poseidón se llama el trasatlántico maldito y Poseidón, el Dios de las aguas y de todos los mares conocidos y por conocer, se da por aludido, observa el gran desaguisado y decide hacerse cargo, tomar cartas en el asunto; reclama sangre, está muy ofendido, sacrificios humanos que le honren y calmen, que el inmenso cabreo le quiten, que le compensen de tener que contemplar, por enésima vez, el pavoroso y calamitoso espectáculo de la codicia y la negligencia, de la frivolidad y la insuperable estupidez del hombre, por lo que les manda una ola asesina, bíblica, bárbara, que viene con hambre atrasada, y les hunde el puto barco, pero les da unas horas de tiempo; a ver qué hacen o inventan, cómo se las ingenian para entretenerle.
Y Hackman, el héroe mitológico, lo tiene claro: ascender, subir, asaltar los cielos, elevarse desde el fango, alzarse del suelo; la mayoría mansa, en cambio, prefiere optar por la dilación ramplona y cagona, por contemporizar y hacer bulto, por matar el tiempo y celebrar de paso un homenaje desesperado al seguidismo más pusilánime y embrutecedor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Esa ralea o piara de cobardes perecerá, no hay más, agarrados a un árbol de Navidad caerán, miserablemente, con oprobio indeleble, como si la vergüenza hubiera de sobrevivirles, manchada eternamente su estirpe, entre el agua y el fuego se extinguen.
Pero habrá diez personas justas: el cura levantisco y nueve más; la Winters, gorda (hacen mil alusiones al respecto de sus abundantes y rubias carnes) majestuosa, pelma pero grande, nadadora suma, y su marido, ambos vejestorios; el niño, repelente Vicente, listo como una ardilla y su hermana adolescente enamorada a todo morir; la cantante aturdida; el tendero solitario, ángel de la guarda de la chica, su caballero andante también; el policía gruñón, el gran Borgnine dando la murga, y su mujer, reciclada prostituta; y, por último, el de la tripulación.
Irán pasando pruebas en una lucha titánica contra el tiempo, el agua y la mucha estulticia, pero el cura felón dirigirá a su grey con mano de hierro, siempre hacia la luz. Por el camino morirán cuatro; si lo vemos desde Darwin (el Fatum en la ficción más convencional; moralista, pacata e implacable), hasta puede tener su cierta lógica: caen en el campo de batalla el tullido, la gorda, la (ex) puta (ya sabemos que es habitual que los personajes más pecadores paguen sus culpas pasadas con generosidad franciscana, no vale solo con arrepentirse de palabra o en la privada conciencia, es necesario también ofrendar el propio cuerpo, hasta la vida misma es requerida, o ¿qué se habían creído ustedes?) y el gran rebelde, ese eclesiástico tan revolucionario y mefistofélico que se lo había buscado con ahínco el condenado, sin duda; se inmolará, se quejará del mismo Dios ("¿qué más quieres, puñetero?", ¿por qué me has abandonado?), y morirá, más será polvo indómito y revulsivo; ejemplo, camino y verdad.
Quedarán seis. Como debe ser. Más que suficiente para empezar la tarea desde los cimientos, casi desde cero.
Cine antiguo, clásico. Gran entretenimiento, con sustancia. Se deja querer y se te queda en el recuerdo, seguro.
P.D.: Entre la religión como una forma de abandono y dejación de la responsabilidad y libertad para delegar en lo otro, llamémosle a eso como queramos o más nos guste (Dios, la Fuerza, la Energía, el Motor Primero, el Viento, Marx, el Mercado, Brahma, ...) o, por el contrario, el hombre como única ley, ser racional y materialista que solo puede confiar en su maña y su fuerza para salir adelante, está claro que Hackman elige lo segundo, aunque tenga que pagar tan alto precio por ello.
En el descargo, religioso, de la película se podría argüir que al final Dios les premia su valerosa actitud y salva a varios cuando se los podía haber cargado perfectamente a todos y aquí paz y después gloria, sería una forma de verlo; la otra, más atea, diría que no hay tal, que Dios no apareció, ni está ni se le espera, se salvaron, única y exclusivamente, por sus propios méritos e ingenios.
Queda el debate abierto, el último antes de las tan emocionantes acuciantes decisivas elecciones, no pierdan ripio y participen activamente en la fiesta de la democracia.
Pero habrá diez personas justas: el cura levantisco y nueve más; la Winters, gorda (hacen mil alusiones al respecto de sus abundantes y rubias carnes) majestuosa, pelma pero grande, nadadora suma, y su marido, ambos vejestorios; el niño, repelente Vicente, listo como una ardilla y su hermana adolescente enamorada a todo morir; la cantante aturdida; el tendero solitario, ángel de la guarda de la chica, su caballero andante también; el policía gruñón, el gran Borgnine dando la murga, y su mujer, reciclada prostituta; y, por último, el de la tripulación.
Irán pasando pruebas en una lucha titánica contra el tiempo, el agua y la mucha estulticia, pero el cura felón dirigirá a su grey con mano de hierro, siempre hacia la luz. Por el camino morirán cuatro; si lo vemos desde Darwin (el Fatum en la ficción más convencional; moralista, pacata e implacable), hasta puede tener su cierta lógica: caen en el campo de batalla el tullido, la gorda, la (ex) puta (ya sabemos que es habitual que los personajes más pecadores paguen sus culpas pasadas con generosidad franciscana, no vale solo con arrepentirse de palabra o en la privada conciencia, es necesario también ofrendar el propio cuerpo, hasta la vida misma es requerida, o ¿qué se habían creído ustedes?) y el gran rebelde, ese eclesiástico tan revolucionario y mefistofélico que se lo había buscado con ahínco el condenado, sin duda; se inmolará, se quejará del mismo Dios ("¿qué más quieres, puñetero?", ¿por qué me has abandonado?), y morirá, más será polvo indómito y revulsivo; ejemplo, camino y verdad.
Quedarán seis. Como debe ser. Más que suficiente para empezar la tarea desde los cimientos, casi desde cero.
Cine antiguo, clásico. Gran entretenimiento, con sustancia. Se deja querer y se te queda en el recuerdo, seguro.
P.D.: Entre la religión como una forma de abandono y dejación de la responsabilidad y libertad para delegar en lo otro, llamémosle a eso como queramos o más nos guste (Dios, la Fuerza, la Energía, el Motor Primero, el Viento, Marx, el Mercado, Brahma, ...) o, por el contrario, el hombre como única ley, ser racional y materialista que solo puede confiar en su maña y su fuerza para salir adelante, está claro que Hackman elige lo segundo, aunque tenga que pagar tan alto precio por ello.
En el descargo, religioso, de la película se podría argüir que al final Dios les premia su valerosa actitud y salva a varios cuando se los podía haber cargado perfectamente a todos y aquí paz y después gloria, sería una forma de verlo; la otra, más atea, diría que no hay tal, que Dios no apareció, ni está ni se le espera, se salvaron, única y exclusivamente, por sus propios méritos e ingenios.
Queda el debate abierto, el último antes de las tan emocionantes acuciantes decisivas elecciones, no pierdan ripio y participen activamente en la fiesta de la democracia.