Admiro y apoyo a aquellos valientes que deciden abordar temas de alta sensibilidad social a través del humor, por muy negro que este sea. No es la primera vez (La vida de Brian, La vida es bella, Full Monthy) ni será la última afortunadamente. Pero atreverse no significa que la resultante sea un acierto seguro. Chris Morris continua su labor critica consagrada en la radio, abordando su segundo largo con una comedía dramática para nada hilarante como nos vende su publicidad y que nada entre dos aguas sin llegar a la hondura de Bellini ni a la genialidad satírico-humorística de los Monty Python. La formula podría haber funcionado mejor en un corto. Las contradiciones e incongruencias de estos terroristas tarados se repiten con el mismo cliché una y otra vez buscando más el ridiculizarlos por cualquier medio (flojito lo de los disfraces) y caricaturizandolos con trazo grueso, renunciando a todo intento de remover lo políticamente incorrecto de las razones últimas que pueden llevarles a cometer actos de barbarie.

Reconozco la labor de los actores que son capaces de mantener el tipo de deficientes profundos durante todo el metraje y me rei bastante con la impagable escena en que uno de ellos explica sus técnicas de camuflaje al ir a comprar el material que necesitan. Poco más.