Una película sin pretensiones y que sabe jugar bien sus cartas desde que empieza. Un matrimonio que llega a la costa oeste de EE. UU., más concretamente a Los Ángeles para empezar desde cero en una casa donde ya se ha vivido una tragedia empieza a sufrir en sus carnes la misma tragedia que los anteriores inquilinos. Para decir más yo diría que es un telefilme lo que pasa es que hasta que no acaba no te das cuenta de lo que realmente está pasando y es cuando caes en la cuenta de lo que acabas de ver. No obstante, hay un par de cosas curiosas.

Lo primero es que normalmente en las películas estadounidenses habiendo afroamericanos son minoría pero aquí no, aquí es al revés, me resultó curioso. Lo otro es algo que ya me ocurrió en «Abattoir» (2016) y que no comenté porque se me olvidó. Empiezas a verla, matrimonio interracial, camioneta jipi —Volkswagen Type 2— y la chica protagonista no para de escuchar soul, así que dices, estarán en los sesenta o así, pues no, cuando la película tiene ya como veinte minutos o media hora, una tablet, Internet, un móvil... horrible.