Esta es una de esas películas con las que periódicamente nos regala Hollywood y que, para ser francos, son mecanismos de relojería engarzados con el único propósito de ganar mucho dinero y llevarse a casa un saco de Oscars; y es que a nuestros amigos les falta tiempo para premiar enérgicamente a todo aquello que huela a resarcimiento (pobre) de felonías pasadas, buenos sentimientos, malos de opereta y negros mohínos. Obviamente, se trata de un producto de lujo en lo que a ambientación y reparto se refiere, y gustará por igual a jovenes y mayores, adquiriendo esa etiqueta tan peculiar de "película bonita". De hecho, se ve con agrado, pero ya con los primeros compases saltan las alarmas: el tema tratado es interesante per se, pero está contado de una forma superficial y maniquea, y en vez de hacer un análisis más brillante el guión acaba obsequiándonos con una narración lineal, manida hasta decir basta y repleta de ese sentimentalismo estéril que tanto gusta a los Académicos. En definitiva, una película más sobre la segregación racial en los años 60 que aporta poco en el aspecto cinematográfico y menos en el histórico-sociológico.