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España España · Mexico
Voto de Alfie:
7
Bélico Guerra de Corea (1950-1953). El Cabo Denno (Richard Basehart) debe hacerse cargo de un pelotón debido a la desaparición en combate de los oficiales. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribía en una crítica anterior sobre “El Puente de Remagen”, de 1969, que el cine bélico en los años sesenta evolucionó hacia un efectismo prefabricado lleno de fuegos artificiales que se alejaba de la psicología verdadera y casi siempre escalofriante de las relaciones humanas que se establecen en un campo de batalla y sus aledaños. Fuller y los años cincuenta –ambos habían vivido en persona las realidades de la guerra- es otro tipo de cine bélico donde el primer plano del soldado, sus pensamientos, sus temores o su evolución hacia el colapso total como ser humano son protagonistas absolutos.

Ya con “The Steel Helmet”, de 1951, Fuller, un veterano en estos envites, había conquistado a público y crítica dejando que aquel soldado de infantería -un enorme Evans que repite aquí-, que aparecía al comienzo del film hundido en su casco y camuflado entre cadáveres, trasladara al espectador la agonía y la dureza de una de las situaciones más límites a las que se enfrenta el ser humano: la guerra. “Fixed Bayonets!” es otra película, encargo para la 20th Century del gran Zanuck y a quien encantó “The Steel Helmet”, que sigue la línea que ha marcado sin duda el posterior cine bélico y que dio luz a la guerra de Vietnam o que hoy intenta trasladarnos las consecuencias de las guerras de Oriente Medio. Esta manera de hacer cine, el realismo bélico lo llamo yo, cae en errores superficiales y evidentes, pecando en numerosas ocasiones de poner poco o ningún cuidado en hacer creíble la realidad del enfrentamiento pero apostando sin embargo por acojonar mentalmente al espectador; no se le carga con el peso de una bala ni se le riega con litros de zumo de tomate pero si se le hace saber como se pueden congelar unos pies, como es la incertidumbre de darte un paseo por un campo de minas o la terrible responsabilidad que conlleva dirigir a un grupo de hombres hacia la supervivencia o hacia la muerte.

Si por Fuller hubiera sido colocaría un francotirador en la sala de proyección -en algún sitio lo he leído- que fuera eliminando a los espectadores para aportar él esa realidad “material”. Mientras, en la pantalla, su cámara hace la radiografía perfecta de la mente del uniformado. Como en esa secuencia magnífica donde en un travelling en la cueva que sirve de refugio al pelotón nos muestra a cada uno de los soldados divagando, con la mirada perdida del que sabe que le quedan horas, minutos, segundos...Llena de frases lapidarias y de las que uno sabe seguro que son las que se pronuncian momentos antes de calar la bayoneta, la película de Fuller vuelve a reflejar de nuevo lo que ya muchos sabemos: los ojos de la experiencia, los que han vivido la guerra en primera persona, miran a través del objetivo de una manera tan inimitable como real, tan fascinante como inigualable.
Alfie
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